jueves, agosto 13, 2009

Revista Filipina (Tomo IX N° 3 y 4 Invierno-Primavera 2006)



REVISTA FILIPINA (ISSN 1496-4538)
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Una Revista Trimestral de Lengua y Literatura Hispanofilipina
Tomo IX N° 3 y 4 Invierno-Primavera 2006
Director: Edmundo Farolán
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En este número:
Poesía Chabacana
Guillermo Gómez Wyndham
Pedro Paterno



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(Un co-tertuliano del Círculo Hispanofilipino, tiomanila@yahoo.es, nos envió esta bella poesía chabacana:)

Flor de Sampaguita
(Jasminum Primulinum)

Flora del Rosario


Su fragancia es dulce, suave y durable.
ta florece este agrupado , y mucho
vez sencillo – por eso siempre ta
usa na altar, coche y na carro
del Santo.

El mga jovencita ta ensalta en
corto rollo – masqui no tan abierto pa,
para decoracion na cabello, o na
pecho, Pero el mga avansao na
edad, ta sirve este como desodorante
por la noche. Ta pone
cerca del almohada para dale
sueño pronto.

Este es muy popular si tiempo
de graduacion, cuando mucho
ta hace guirnalda con lazo
azul y rosado – para hace
venta na aceras y mercado.

Es un honor para cada licenciado,
masqui no hay regalo, contento ya
con el oloroso quirnalda, culgao
na pescuezo, con el diploma na
su mano.

GUILLERMO GÓMEZ WYNDHAM
La carrera de Cándida (fragmento)


(El crítico catalán, Joaquín Pellicena Camacho, dice lo siguiente en el Prólogo del libro Novelas cortas, Cuentos y Artículos (Iloilio, 1921), un compendio de los escritos de Gómez Wyndham donde se incluye su más famosa novela, La carrera de Cándida: "La fuerza evocadora de las narraciones de Guillermo es tan poderosa y tiene una eficacia tan cordial que, en estos instantes no puedo apartar de mi imaginación una tarde calurosa de mes de agosto de 1905, en que recorrí por vez primera las calles de San Pedro. Y en el bullicio de la vida intensa de Barcelona, de esta Barcelona amable y clara, que después de tantos años de ausencia me ha acogido con todo su cariño de madre, persiste tenaz en la memoria y en el corazón el recuerdo de un archipiélago maravilloso - luz en las almas y en los campos luz...Y yo también, a pesar del amor con que me retiene esta dulce patria, Cataluña, siento "algunas noches, en lo mejor del sueño...durmiendo al arrullo de aquella melancólica música de playa de Oceanía, producida por el rumor combinado y acorde del mar al morir sobre la arena y de las hojas de las palmeras al ser agitadas por el viento...". Gómez Wyndham, en esta novela, muestra su protesta contra los valores norteamericanos, cuando una maestra norteamericana influye a una "cándida" pobre provinciana de la importancia del ¨women´s lib". Ésta, influida por aquélla, sigue ese camino, y termina con una "carrera" de la más vieja profesión del mundo. He aquí un fragmento del primer capítulo de esta novela:)


La isla y la provincia de X..., al sudoeste del grupo bisayo que constitutye el centro de Filipinas, cuenta, además de su capital, San Pedro, con dos o tres pueblos de esos que se llaman hoy día <> porque tienen su plaza pública ajardinada, su municipio, su mercado y por lo menos una de sus casas-escuelas de cemento aremado y pretenciosa arquitectura, ocho o diez caserones de materiales fuertes alrededor de la plaza, y hasta una docena de automóviles de propiedad particular.

Tales pueblos suelen deber su prosperidad a los tres o cuatro barrios de que son matriz, en las extensas sementeras de los cuales el aparcero y su fiel carabao sudan de sol a sol durante las temporadas de siembra y recolección para producir el arroz que dará, a él sustento miserable, a los dueños de la tierra riquezas y abundancias.

Uno de estos pueblos es Pinilían y uno de sus barrios es Ermita (llamado así porque en otros tiempos de mayor fé hubo una en él) de donde es oriunda la protagonista de esta historia, hija de uno de los aparceros más trabajadores y más ahorrativos de la jurisdicción. Cándida, que así se llama, había heredado de su padre un cuerpo fuerte y musculoso, suavizadas las líneas por la dulce tendencia femenil a la curva, y una volunad tenaz; y de su madre una cabellera espléndida que la llegaba a los tobillos y unos ojos graciosamente rasgados y un tono de ámbar claro en la piel, reminiscentes de algún lejano y olvidado ascendiente mongólico. A los trece años era una arrogante muchacha, un tipo casi perfecto de la poco llamativa pero atrayente y seductora belleza oriental, tanto más picante cuando que en ella iba revestida en sumo grado de ese gracioso aire de esquivez y dseriedad que adoptan las chicas bonitas y precoces cuando se ponen de largo y creen ver en todo hombre un importuno pretendiente digno de desdén.

En Pinilían hay escuela <> donde Cándida, después de terminado el curso de instrucción primaria en Ermita, ingresó, y donde se atrajo las simpatías de Miss Jones, la maestra americana, solterona angulosa y rubia que había dedicado todos sus entsiasmos a la causa de sufraguismo militante.

Miss Jones intimó con Cándida en pocos meses, invitándola con frecuencia a su bungalow, paseando y charlando con ella por las tardes, y prestándola todos los magazines a que estaba suscrita. Explicábala que el femenismo modernísimo en América no era únicamente asunto de conquistar el voto para la mujer, de darla la parte que en justicia le correspondía en la confección de leyes y el manejo de los asuntos públicos, puesto que esta aspiración podía ya darse por conseguida. Era también la invasión de todos aquellos campos de actividad humana que el hombre hasta hoy había acaparado convirtiéndolos en cerrado coto para su sexo. Centenares de ocupaciones, profesiones y oficios que hasta hacía muy pocos años se consideraban exclusivamente masculinos, iban cayendo rápidamente en manos de la mujer. Y esto ocurría sin que ellas se vieran precisadas, como se creía antes, a sacrificar su <> en lo más mínimo, sin que perdieran los atractivos y las ventajas que proporciona la belleza y la debilidad. No se trataba de permutar una fuerza por otra, sino de agregar a las cualidades privativas de la mujer, las de inteligencia, actividad y energía del hombre. Conseguido este resultado, ¿quién las disputaría el dominio del mundo?

Cándida a los quince años había llegado a entender el inglés, si no a la perfección, lo bastante al menos para comprender la sustancia de lo que leía. Allí estaban, en las páginas de los magazines, impresas en lujoso papel satinado e ilustradas con bellos y artísticos grabados, las heroínas del sexo. Miss A...se encontraba a los diciocho años a la cabeza de una hacienda (farm) que, debido a malas operaciones de su padre, estaba comida de hipotecas. Ella, con su superior inteligencia y educación (training), en un año convertía los semiáridos terrenos en fructífero vergel donde se daban toda clase de reproductivas cosechas. (Retrato de Miss A..., muy graciosa, vestida de farmerette, apoyada en un bieldo, y destacándose en el fondo un enorme montón de heno.) Miss V...manejaba una mina de carbón a los veinte años. Se entendía perfectamente con los mineros, sres brutales que, dominados por el encanto de la niña, nunca se atrevían a declararse en huelga. Ella misma (muy mona en la fotografía con el traje y gorro de minero que la daban un aire picaresco de <> de zarzuela), provista de pico y pala, daba ejemplo de actividad buscando y siguiendo las velas del elusivo combustible, lo que no la impedía el concurrir por las noches, pergeñada de señorita elegante y acompañada de sus jóvenes amigos y admiradores, a las fiestas y a los bailes que se dieran en varias leguas a la redonda. ...Miss D..., insigne periodista; Mrs. E...<> de un tribunal neo-yorkino; Mrs. F...,<>mayor de los bosques de Colorado, y otras y otras, a centenares, a millares, ocupando puestos que nadie hubiera soñado en adscribir a la mujer.

La lectura de todos aquellos artículos, cuentos o historietas, en que implícita o explícitamente se proclamaba, no solamente la igualdad de la mujer y del hombre para realizar todas las actividades de la vida, sino también la superioridad de aquella sobre éste en muchos casos, inflamó la imaginación de Cándida despertando en ella ese deseo de imitar, primer tributo que rinden las almas sencillas a lo que admiran. ¿Por qué no había ella de llegar a ser, con el tiempo y mediante el esfuerzo necesario, lo que aquellas resueltas y decididas muchachas del otro lado del océano, que como secretarias, taquígrafas, telefonistas, agentes de ventas, <>, abogadas, <>, etcétera, llevaban el peso de oficinas, negociados y almacenes, ganando dinero, recorriendo mundo, <>, y acabando por casarse con algún millonario, enamorado no tanto de sus encantos como de su saber, y a quien manejaban y dominaban a capricho?

Estas ideas y los planes para realizarlas, que al principio germinaron en su mente de una manera vaga y confusa, fueron arraigándose sin sentir y acabaron por tomar cuerpo y definirse clara y categóricamente cuando murió el padre, el viejo aparcero, hombre demasiado chapado a la antigua y de voluntad bastante enérgica para haber aprobado y consentido proyectos tan modernistas respecto al porvenir de su única hija. Con la madre, ignorante campesina que había sido toda su vida una sumisa bestia de carga y a quien Cándida con su relativa cultura tenía fascinada, todo fué fácil y hacedero.


........
PEDRO A. PATERNO
La dalaga virtuosa y el puente del diablo


(Esta leyenda fue una de muchas leyendas, novelas y cuentos que produjo este prolífico escritor durante su larga estancia en Madrid (1871- 1894). Igual que Rizal, el autor utiliza muchos tagalismos en esta leyenda que ya se han incluido como filipinismos en el diccionario de la RAE.)

Sucedió que cierto día, una preciosa chiquilla tagala, virgen cual sampaga de la selva, se bañaba a orillas de la Laguna de Bay. Cuentan que era blanca como un rayo de luna, esbelta como una bonga, dulce como la miel de nuestras cañas. Cuentan que sus ojos eran lánguidos, sus labios carnosos y rojos, sus pómulos anchos, sus pechos divinos, sus cabellos blondos y largos, tan largos que arrastrábalos, sueltos, a flor de agua, y sus pies y manos adorables, y su andar, todo poesía y toda ella, en fin, divina y oriental. Desnuda a orillas de la Laguna, echábase tabos de goge perfumado con tanlad y cabuyao en los cabellos, amparada por las cañas, cantada por los pájaros y amada por las garzas blancas que se alzaban al aire dando tumbas, borrachas de sol.

Chapoteaba en el agua la donosa chiquilla fiando al viento y a la soledad sus virginidades y sus cantos, cuando de pronto, ante sus espantados ojos, surgió un bello "bagontao" sonriéndola. Rápida ocultó su cuerpo con sus propios cabellos, y dulcemente preguntó, asustada: ¿Quién sois y a qué venís, señor?

El "bagontao", siempre sonriente, repuso:

-Quien soy nada te importe. Que te baste, encantadora dalaga, mi elegancia y mi hermosura como patente de honor. Vengo de lejanas tierras para adorarte, para encenderte los labios con un beso de amor.

Tembló la dulce virgen al halago de las palabras tentadoras, al ademán y gentil apostura del doncel. Murmuradoras con la brisa que rodó sus palabras de eco en eco.

-¿Y me amaréis dulcemente toda la vida, poderosamente, como un dios?

-¡Como un dios!

-¡Bueno! Yo quiero antes una prueba de vuestro amor.

-Di qué quieres, pronto; en pago de toda tu vida y tu alma, en pago de tu extrahumana belleza, soy capaz de tentar al mismo Lucifer.

Quedóse ella meditando, pensando largo tiempo. El incógnito, entretanto, pisoteaba flores, todas las flore s que rodeaban sus pies.

Ella, al cabo, rompió la pausa hablando:

-Pues quiero que me hagáis un puente de piedra que parta de aquí (sitio próximo a Morong) hasta la orilla opuesta (en el pueblo de Bay) para que yo pase por él después de mi baño.

Se inclinó el bagontao. Lo haría; que se aguardase ella allí algún tiempo solamente.

Comenzó a trabajar, mientras la hermosa dalaga sonreía, sonreía pensando en lo imposible de la petición, y en la locura de aquel hombre que, denodadamente y como si se tratara de la cosa más fácil del mundo, ponía la obra en ejecución.

Ella siguió bañándose a espaldas de él, sin hacerle caseo, sin darle importancia, pensando en las burlas que le haría luego al verle jadeante y sudoroso presentarse ante ella para decirla que le había pedido un imposible, una locura. Siguió bañándose y jugando en el agua hasta que el sol, ya muy alto, la hirió las espaldas con su fuego, y ella quiso retirarse, no sin antes volver la cabeza para mirar al loco galán enamorado.

¡Horror! Quedóse lívida, sin sangre en los labios, sin fuerzas en el alma. No era visión; no soñaban sus ojos que se frotaba con las manos para ver mejor sobre el agua, a pocos pasos de ella, gentil y bello, se alzabe el primer arco del puente.

¿Qué hombre era aquel? No podía ser un yazato, un ángel. Era un deva, un espíritu malo. No podía ser otro que el mismo Lucifer. ¿Quién sino podía, en menos de un cuarto de hora, formal aquel arco portentoso?

La dalaga sintió miedo, terror, y sin hacer ruido, para que él no la oyera, para que él no la viera y la apresara, tomó con precaución su traje aromatizado con hojas de cabling y raíces de mora, y huyó, huyó, a través de los ríos y esteros hasta llegar a Bae y refugiarse en su simbahan.

Poco después llegaba el deva, el diablo, que no era otro que el gentil galán enamorado. Llegó persiguiéndola, pues al poco tiempo de ella huir notó su burla; pero se estrelló contra los muros de la casa de Bathala, inaccesibles a él.

Y se sentó sobre una piedra aguardando. Pasaron horas y horas.

Entonces el diablo comenzó a pensar si hubiera sido mejor haber tomado como disfraz el cuerpo de la mujer, soberana artista de la seducción; pues en su preciosa frente está escrita la palabra misterio, y su cuerpo ondulante es instrumento maravilloso de finura y vaiedad: Si el hombre tiene diez miradas, la mujer, ciento. Si el hombre tiene una sonrisa, la mujer, mil. La voz del hombre, si es sonora, a la par es grosera, mientras que la de la mujer siempre más delicada, tiene medios tonos y cuartos de tono, que reproducen, como otros ecos, todas las vibraciones del corazón y de la inteligencia.

Luego el diablo contemló sus alas: y pensó en hembras de las aves de rapiña, que son superiores a los machos, por su enería muscular y por su mayor magnitud.

La hembra del lawin, del halcón, es mayor que el macho. La hembra del limbas, del águila, es mucho más fuerte que su pareja. Entre los insectos, las hormigas y las arañas justifican también esa superioridad femenina. En las colmenas de las abejas, los padres se ven dominados, alimentados, perseguidos y muertos por las madres.

Ante el rápido vuelo de semejantes ideas, el diablo tomó la forma de una babaylana, sacerdotisa de los templos visayos. Alta, esbelta, ondulante para gustar, fina, pulida, rítmica, flor suprema de una raza para seducir con labios de besos, de risas, de galanterías exquisitas para saborear, con fisonomía bella y simpática, seductora a fuerza de ser expresiva, en pocas palabras, todo un hechizo, a un tiempo perla, flor, ave y serpiente para embelesar. Por esto, la dalaga inocente; ingenua, como viera a la babaylana por las rendijas del simbahan, quiso abrir la puerta para tratar a tan guapa y graciosa visaya. Pero las sacerdotisas de Bathala se opusieron. Porque éstas conocieron que era una falsa babaylana, por dos motivos: por su coquetería de arremangarse las faldas, y por su arte de mover el escote de la camisa, en que se muestran tan finas y delicadas, tan maestramente embelesadoras las dalagas filipinas compitiendo en chic con las más elegantes parisinas. Por lo primero, es decir, por el modo de arremangarse las faldas que movía con gracia, con elegancia y encanto, mostraba una pierna torneada, empolvada de arroz blanco, produciendo el efecto de una media de nuestros presentes días, bien estirada, que daba encanto a sandalias elegantísimas de oro; pierna espelta y flexible, apareciendo y desapareciendo a medias entre encajes y ribetes de ropas interiores, como escondiéndose el nido de amor, pierna perfecta y de excelente modelado que incitaba a delicias sensuales. Por lo segundo, ó sea, por sus ademanes de mover y manejar el escote de la camisa, mostraba con refinada ciencia la curva suave de los senos firmes y eréctiles, que ahuecan deleitosamente el festón tentador. Eran refinamientos del mundo social tagalo, eran ademanes no usados en los altares "bathálicos", tan astutamente seductores y atractivos, tan lascivos y peculiares, que ponían el pensamiento fijo en el pecado y no podían menos de hacer caer en el mundo voluptuoso, de empujar al abismo pasional. Eran ciertamente, como decía San Antonio Abad, ciencia y arte, modos y ademanes propios del mismo diablo. He aquí porque le conocieron las sacerdotisas de Bathala.

El diablo esperaba horas y horas la salida de la dalaga; al fin, desesperado, arrojando fuego y azufre por ojos y labios, haciendo retemblar la tierra bajo sus plantas, el diablo tomó una bárbara resolución.

Comenzó a cavar tierra y tierra. La Laguna que rodeaba el simbahan fue acercándose a él, acorralándolo impetuosamente, formando una ajorca de olas: casi no había tierra a su redor; las aguas horadaban las piedras y los altos muros oscilaban en sus bases. Por fin tembló la mole y ante la noche sin estrellas y la azul laguna que rebramaba, bajo un ruido infernal y estruendoso, se desplomó el simbahan sobre las aguas.

Mas el diablo no pudo conseguir a la dalaga que se consagró en los altares, haciéndose sacerdotisa de Bathala. El dios tagalo la había oído en su oración fervorosa y sobre una nube la transportó a su hogar. El diablo, loco de furia y de despecho, se partió las alas en una piedra; y desde entonces sin poder volver al casamaan (infierno) anda fugitivo y errante por las aguas convertido en caimán, abuelo de todos los caimanes que un día inundaron la Laguna de Bay.

Esta es la leyenda lagunense, amigo lector, que oirás a todo viajero contar, si vas en el vapor correo por la Laguna de Bay, en dirección a Pililla (Provincia de Morong, hoy Provincia de Rizal), viendo todavía con tus propios ojos el primer arco de ese puente llamado Puente del Diablo y si vas, también en el vapor correo, por la orilla opuesta de la misma Laguna en dirección a Pagsanjan (Provincia de Laguna) tus ojos contemplarán a flor de agua, junto al antiquísimo pueblo de Bay, los restos del simbahan derrumbado.

Y sí, dijeres ser comento, como me lo contaron, te lo cuento.

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