martes, agosto 04, 2009

Revista Filipina (Tomo VI N° 2 Otoño 2002)




REVISTA FILIPINA (ISSN 1496-4538)
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Una Revista Trimestral de Lengua y Literatura Hispanofilipina
Tomo VI N° 2 Otoño 2002
Director: Edmundo Farolán
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EDITORIAL
Miguel de UNAMUNO: EPÍLOGO A RIZAL (2ª Parte)
EL IDIOMA ESPAÑOL, AYER Y HOY
La Destrucción del Cosmos Filipino (6ª Parte)
NAUFRAGIO EN LAS FILIPINAS



EDITORIAL

En este número, concluímos con el Epílogo de Unamuno a Rizal; hemos publicado la primera parte en el número pasado.Publicamos también el discurso de ingreso a la Academia Filipina de Gloria Macapagal-Arroyo, que era entonces la Vice-Presidente de Filipinas. Quisiera agradecerle al académico y buen amigo Guillermo Gómez Rivera (publicamos aquí la sexta parte de su DESTRUCCIÓN DEL COSMOS FILIPINO) por enviarnos este discurso.

He recibido también por correo electrónico una noticia de Naufragio en las Filipinas escrita por la autora mexicana Emma Romeu. La reseña del libro y los datos biográficos de la autora los incluimos en este número. EF


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Miguel de UNAMUNO: EPÍLOGO A RIZAL (2ª Parte)
Salamanca, 19 y 20, V, 1907.


(Miguel de unamuno escrbió, once años después de la muerte de Rizal, un epílogo, más bien un homenaje, a este patriota filipino, en ocho partes. Publicamos en este número, las cuatro últimas partes de su epílogo.--EF)


V. EL FILIBUSTERO

Ya tenemos aquí el mote, el chibolete .

Oigamos á Rizal mismo lo que nos dice en el capítulo XXXV, "Comentarios", de su Noli me tángere:

"Los padres blancos han llamado á D. Crisostomo plibastero. Es nombre peor que tarantado (atolondrado) y saragata , peor que betelapora, peor que escupir en la hostia en Viernes Santo. Ya os acordáis de la palabra ispichoso, que bastaba aplicar á un hombre para que los civiles de Villa Abrille se le llevasen al desierto ó á la cárcel; pues plibastiero [sic]es peor. Según decían el telegrafista y el directorcillo, plibastiero dicho por un cristiano, un cura ó un español á otro cristiano como nosotros, parece santus deus con requimiternam; si te llaman una vez plibastiero, ya puedes confesarte y pagar tus deudas, pues no te queda más remedio que dejarte ahorcar."

¡Qué precioso pasaje! ¡Cuán al vivo se nos muestra en él ese terrible poderío que ejercen las palabras donde las ideas son miserables ó andan ausentes! Ese terrible plibastero ó filibustero, lo mismo que hoy el mote de separatista, era un chibolete, una mera palabra tan vacía de contenido como el vacío ¡viva España! con que se quería y se quiere rellenar la inanidad de propósitos.

Tiene razón Retana; "si los enemigos de Rizal hubiesen visto el dibujo que éste hizo de su casa de Calamba, y que mandó al profesor Blumentritt, habrían dicho que el dibujo ¡era también filibustero!" (página 145). Y tiene razón al añadir que las doctrinas de Rizal respecto á Filipinas no iban más allá que van respecto á Cataluña ó á Vasconia las de muchos catalanes y vascongados á quien se les deja, por hoy al menos, vivir tranquilos.

Fueron los españoles, hay que decirlo muy alto, fueron sobre todo los frailes -- los zafios é incomprensivos frailes -- los que estuvieron empujando á Rizal al separatismo. Y las cosas se repiten hoy, y son los demás españoles los que se empeñan en impulsarnos á catalanes y vascos al separatismo.

Oigamos lo que dice en el capítulo LXI de Noli me tángere un personaje de Rizal, es decir, uno de los varios hombres que en Rizal había. Dice:

"¡Ellos me han abierto los ojos, me han hecho ver la llaga y me fuerzan á ser criminal! Y pues que lo han querido, seré filibustero, pero verdadero filibustero; llamaré á todos los desgraciados... Nosotros, durante tres siglos, les tendemos la mano, les pedimos amor, ansiamos llamarlos nuestros hermanos; ¿cómo nos contestan? Con el insulto y la burla, negándonos hasta la cualidad de seres humanos."

Y así llegó Bonifacio, el bodeguero, el no intelectual, é hizo la revolución. ¡Filibustero! Volved á leer en la página 262 de este libro lo que la prensa de la Metrópoli, esta miserable é incomprensiva prensa, una de las principales causantes de nuestro desastre, dijo de Rizal. Lo mismo que dijo de Arana.

Tiene razón Retana al decir que el ideal separatista mismo es lícito, como ideal, en la Península. Se puede discutir la Patria; es más, debe discutírsela. Sólo discutiéndola llegaremos a comprenderla, á tener conciencia de ella. Nuestra desgracia es que España no significa hoy nada para la inmensa mayoría de los españoles, y una nación, lo mismo que un individuo, languidece y acaba por perecer si no tiene más resorte de vida que el mero instinto de conservación.

La España del ¡viva España! sacrílego que se lanzó sobre el cadáver de Rizal es la España de los explotadores, los brutos y los imbéciles; la España de los tiranuelos y de sus esclavos; la España de los caciques y los dueños de grandes latifundios; la España de los que sólo viven del presupuesto sin ideal alguno.

Rizal quiso dar contenido á España en Filipinas, y como para llenar ese contenido sobraban frailes y brutos, á Rizal se le acusó de filibustero.

En la tristísima acusación fiscal contra el gran español y gran tagalo -- de ella trataré en seguida -- se decía que á España le sobraban alientos y energías para no tolerar que el pabellón español dejase de flotar en aquellas regiones descubiertas y conquistadas por la intrepidez y el arrojo de nuestros antepasados; y á estas frases, de detestable y perniciosa retórica, les pone Retana un comentario muy justo. Las Islas Filipinas, en efecto, no fueron conquistadas con arrojo y con intrepidez, sino que fueron ganadas por medio de la persuasión y pactos con los régulos indígenas, sin que apenas se derramara la sangre. "El general en jefe de la conquista --añade Retana -- llamóse Miguel López de Legazpi, un bondadoso y viejo escribano que en los días de su vida desenvainó la tizona."

Sí; las Filipinas las ganó para España mi paisano Legazpi -- uno de los hombres más representativos de mi raza vasca, como lo fue también muy representativo de ella, la suya y la mía, Urdaneta; -- y las ganó con el cerebro y no con el otro órgano de donde han sacado sus determinaciones no pocos de los conquistadores á lo Pizarro, de espada y tranca.

Así, con el cerebro, las ganó Legazpi, el bondadoso escribano vasco. Y ¿cómo se perdieron? Vamos á verlo.

Veamos el proceso de Rizal.

VI. EL PROCESO

Al llegar á esta parte de mi trabajo me invade una gran tristeza, y á la vez la conciencia de la gravedad de cuanto tengo que decir. Los hechos que voy á juzgar pertenecen ya á la Historia, aunque vivos los más de los actores que en ellos intervinieron. Para todos personalmente quiero las mayores consideraciones. Dios y España les perdonarán lo que hicieron, en atención á que lo hicieron sin saber lo que se hacían y obrando, no como individuos concientes de sí mismos y autónomos, sino como miembros de una colectividad, de una corporación enloquecida por el miedo. El miedo y sólo el miedo, el degradante sentimiento del miedo, el miedo y sólo el miedo fue el inspirador del Tribunal militar que condenó á Rizal.

Dice Retana hablando del fusilamiento de Rizal que, "afortunadamente, á España no le alcanza la responsabilidad de los errores cometidos por algunos de sus hijos" (pág. 188). Siento discrepar aquí de Retana. Creo, en efecto, que desgraciadamente le alcanza á España responsabilidad en aquel crimen; creo más, y lo digo como lo creo: creo que fue España quien fusiló á Rizal. Y le fusiló por miedo.

Por miedo, sí. Hace tiempo que todos los errores públicos, que todos los crímenes públicos que se cometen en España, se cometen por miedo; hace tiempo que sus corporaciones é institutos todos, empezando por el Ejército, no obran sino bajo la presión del miedo. Todos temen ser discutidos, y para evitarlo pegan cuando pueden pegar. Y pegan por el miedo. Por miedo se fusiló a Rizal, como por miedo pidió el Ejército la aborrecible y absurda ley de Jurisdicciones, y por miedo se la votó el Parlamento.

El escrito de acusación del señor teniente fiscal D. Enrique de Alcocer y R. De Vaamonde es, como el dictamen del auditor general D. Nicolás de la Peña, una cosa vergonzosa y deplorable. Es decir, lo serían si estos señores hubiesen obrado por sí y ante sí, autonómicamente, y no como pedazos de un instituto y de una sociedad sobrecojidos por el miedo. Retana ha desmenuzado la horrenda y desatinada acusación del Sr. Alcocer.

En el fondo de todo ello no se ve más que el miedo y el odio á la inteligencia, miedo y odio muy naturales en el instituto á que los señores Alcocer y Peña pertenecían. Dice Retana que fusilar á Rizal por los motivos por que le fusilaron, es como si en Rusia se intentase fusilar á Tolstoi.

Creo que buenas ganas se les pasan de ello á no pocos. Yo sé que cuando se sustanciaba en Barcelona, hace ya años, el proceso por el bárbaro atentado del Liceo, el Juez militar que actuaba en él y tenía la colección de una revista en que colaboramos mi compañero de claustro el Sr. Dorado Montero, prestigiosísimo criminalista, y yo, se dejó decir: "A estos, á estos dos señores catedráticos quisiera yo atraparlos y verían lo que es bueno." Si hubiera sido en Filipinas, á estas horas mi compañero el Sr. Dorado Montero y yo dormiríamos el eterno sueño de los mártires del pensamiento.

Lo más terrible de la jurisdicción militar es que no sabe enjuiciar; es que la educación que reciben los militares es la más opuesta á la que necesita quien ha de tener oficio de juzgar. Pecan, no por mala intención, sino por torpeza, por incapacidad. Y pecan unas veces por carta de más y otras por carta de menos.

En una corporación cualquiera, y muy en especial en el Ejército, la inteligencia individual y la independencia de juicio llegan á considerarse como un peligro. El que manda más es el que tiene más razón. La disciplina exige someter el criterio personal á la jerarquía. Sólo á este precio se robustece el instituto. Y así en el Ejército, y, lo que es más, hasta en el Profesorado en cuanto Cuerpo, siendo como es su misión difundir la cultura, se mira con recelo y hasta se odia calladamente á la inteligencia individual. Sabidas son las conminaciones de los Santos Padres á ella; sabido es cuanto han dicho de los que se creen sabios. La inteligencia, se dice, lleva á la soberbia; hay que someter el juicio propio.

Y esto, que es natural y es disculpable, pues arranca de un principio de vida de toda corporación ó instituto, esto se agrava cuando estos institutos se encuentran en forma de desarrollo rudimentario. Cuanto menos perfecta es una corporación, tanto mayor es el miedo y el odio á la inteligencia que en ella se desarrolla. Y nuestro ejército, como ejército -- lo mismo que nuestro clero, como clero, y nuestro profesorado, como profesorado -- se encuentra en un estado muy rudimentario de desarrollo. Su inteligencia colectiva es inferior al promedio de las inteligencias individuales que la componen, con no ser este promedio, como no lo es en España, muy elevado.

Pero esa su inteligencia colectiva rudimentaria tiene cierta conciencia, aunque oscura, de su rudimentariedad, y trata de defenderse contra las inteligencias individuales corrosivas. Dudo que haya ejército en que se abrigue más indiferencia, cuando no desdén, respecto á las inteligencias individuales que dentro de él hay, como en el nuestro, y dudo que haya otro en que se rinda tanto culto al arrojo ciego, al coraje instintivo. Son legión los militares españoles que contestarían lo que se dice contestó Prim á un general extranjero que le preguntaba cómo se hacen las guerrillas; son legión los que, á pesar de las lecciones presenciadas y no recibidas, siguen creyendo que la guerra no se hace con el cerebro principalmente, sino con lo otro. Y lo otro no es tampoco el valor. Porque el valor tiene más de cerebral que de testicular. Y en todo caso es cordial.

Y entiéndase bien que esto que digo de nuestro ejército lo aplico mutatis mutandis á las demás instituciones, empezando por aquella á que pertenezco.

Es -- se me dirá -- que en el proceso de Rizal anduvieron auditores de guerra, verdaderos letrados! El letrado que ingresa en la milicia, para formar parte del Cuerpo jurídico militar, lo mismo que los demás auxiliares, se asimilan el espíritu general del Cuerpo. El uniforme, estrecho y rígido, puede en ellos más que la amplia toga.

Desde el día mismo en que se le pone quilla á un buque de guerra en el astillero tiene ya su dotación completa, y allí el comandante manda más que el ingeniero naval. Me decía un médico de la Armada en cierta ocasión:

"¿Usted creerá que al entrar un buque en fuego y tener que jugar la artillería, la maniobra estará supeditada á lo que el oficial de artillería ordene? Pues no, señor; allí manda el comandante. Y si no se les ocurre curar á los heridos ó decir misa, es porque desdeñan estas funciones."

Y así en todo en la milicia. Los combatientes, aquellos cuya función propia es pelear, desdeñan á los Cuerpos auxiliares; pero éstos, los auxiliares, tratan siempre de asimilarse á aquéllos, aunque acaso también desdeñándolos.

Aquello del desdén con el desdén es una fórmula genuinamente española.

Los letrados que intervinieron en el proceso de Rizal lo hicieron como militares, y como militares, influídos por aquellos desdichados frailes y sus similares, dominados por el miedo.

A la luz de estas consideraciones dolorosísimas hay que leer la vergonzosa acusación contra Rizal, y el dictamen y el informe. Cierto es que la defensa del Sr. Taviel de Andrade es un documento de serenidad y de juicio; pero ¡qué obligada timidez en ella! Hay, de todos modos, que salvar al defensor; el miedo no hizo en él tanta presa.

El pobre auditor Sr. Peña se metió á juzgar de la capacidad intelectual del acusado, y esto me recuerda las tonterías del magistrado que al absolver la Madame Bovary, de Flaubert, se metió á juzgar de su mérito literario, lo que le valió aquel soberano ramalazo del gran novelista, que no podía consentir que un magistrado vulgar se metiese á criticar desde su sitial de administrar justicia.

Es natural que en el ambiente de miedo que se respiraba en Manila en los días del proceso de Rizal fuera difícil evadirse del contagio. Hay que leer en este libro cómo los que se llamaban ministros de Cristo predicaban el exterminio. Es su costumbre; quieren meter la fe, ó lo que sea, en las cabezas de los demás rompiéndoselas á cristazos.

Repito que fue España la que fusiló á Rizal. Y si se me dijese que aquí no se fusila ya por ideas y que aquí no se habría fusilado á Rizal, contestaré que es cierto, pero es porque aquí estamos más cerca de Europa. Y Europa, además, cuando se trata de atropellos que una nación comete en sus colonias, se encoje de hombros, pues ¿cuál de sus naciones está libre de esta culpa?

La ética de una nación europea es doble y cambia cuando se trata de colonias. Y todo ello lo sancionó el general Polavieja, cuya mentalidad correspondía, según mis informes, por lo rudimentaria, á lo rudimentario de la inteligencia colectiva que bajo la presión del miedo dictó aquel fallo.

Rizal fue condenado á muerte; pero aún faltaba otro acto, y es el de la conversión. La espada cumplió su oficio -- un oficio para el que no sirve la espada; -- faltaba el hisopo cumplir el suyo, un oficio también para el que no sirve el hisopo.

Veamos la conversión.

VII. LA CONVERSIÓN

Rizal, educado en el catolicismo, no llegó a ser nunca en rigor un librepensador, sino un librecreyente. A los jesuitas que le visitaron cuando estaba en capilla les pareció un protestante, y de protestante ó simpatizador del protestantismo, así como de germanófilo fue tratado más de una vez.

Entre nosotros, los españoles, apenas hay idea de lo que el protestantismo es y significa, y el clero católico español es de lo más ignorante al respecto. No hay nada más disparatado que la idea que del protestantismo se forma un cura español, aun de los que pasan por ilustrados. Hay muchos que se atienen al libro, tan endeble y pobre, de Balmes, y quienes repiten el famoso y desdichado argumento de Bossuet.

Ayuda á corroborar y perpetuar este concepto lo que oyen á los protestantes ortodoxos con quienes tropiezan, á los protestantes de capilla abierta, á los pastores á sueldo de alguna Sociedad Bíblica, porque la ortodoxia protestante es más mezquina y pobre, más raquítica que la católica, y es lamentable el culto supersticioso que rinde al Libro, á la Biblia, en su letra muerta.

Así como hay quienes no comprenden que haya darwinistas más darwinistas que Darwin, así hay también quienes no comprenden ó no quieren comprender que haya luteranos más luteranos que Lutero, es decir, espíritus que hayan sacado al principio específico del protestantismo, á aquello que le diferenció y separó de la Iglesia católica, consecuencias que los primeros protestantes no pudieron sacarle y aun ante las cuales retrocedieron.

Porque una doctrina que se separa de otra tiene de esta otra de que se separa más que de sí misma, y en su principio lo que el protestantismo tenía de común con el catolicismo era mucho más que lo específico y diferencial suyo.

El protestantismo proclamó el principio del libre examen y la justificación por la fe -- con un concepto de la fe, entiéndase bien, distinto del católico, -- y hasta cierto punto el valor simbólico de los sacramentos; pero siguió conservando casi todos los dogmas no evangélicos, y entre ellos el de la divinidad de Jesucristo, debidos á la labor de los Padres griegos y latinos de los cinco primeros siglos, es decir, los dogmas de formación y de tradición específicamente católicas.

Pero el principio del libre examen ha traído la exégesis libre y rigurosamente científica, y esta exégesis, a base protestante, ha destruído todos esos dogmas, dejando en pie un cristianismo evangélico, bastante vago é indeterminado y sin dogmas positivos. Nada representa mejor esta tendencia que el llamado unitarianismo -- tal como puede verse, v.gr., en los sermones de Channing -- ó una posición como la de Harnack. Y los protestantes ortodoxos, más estrechos aún de criterio que los católicos, execran de esa posición, y olvidando lo que dijo San Pablo al respecto, se obstinan en negar á los que así pensamos hasta el nombre de cristianos.

Y en una posición de esta índole llegó á encontrarse Rizal según de sus escritos deduzco. En una posición así, no sin un bajo fondo de vacilaciones y dudas hamletianas, y siempre sobre un cimiento de catolicismo sentimental, sobre un estrato de su niñez. Porque todo poeta lleva su niñez muy á flor de alma y de ella vive.

Rizal fue tenido por protestante, y en la carta al P. Pastells que se inserta en la página 105 de esta obra, se le verá sincerarse de ello y hablar de sus paseos, en las soledades de Odenwald, con un pastor protestante. No creo, por otra parte, lo que dicen los jesuítas en su Rizal y su obra de que éste hubiera leído "todo lo escrito por protestantes y racionalistas y recogido todos sus argumentos". No hay que exagerar. La cultura religiosa de Rizal no era, según de sus mismos escritos se deduce, la ordinaria entre nosotros; pero no era tampoco extraordinaria ni mucho menos. No pasaba de un dilettante en ella. Los ejemplos que los jesuitas citan -- véase la nota (116) de esta obra -- son de lo más común y muy de principios del siglo pasado. Sólo que bastaban para que le tuviesen por un hombre muy enterado de la literatura protestante y racionalista tratándose de jesuítas españoles, que en esto saben menos aún que Rizal sabía, con ser esto tan moderado y parco.

La enorme, la vergonzosa ignorancia que entre nosotros reina al respecto, es lo que ha podido que á Rizal se le tuviese por un librepensador. No; fue un librecreyente, lo cual es otra cosa. Rizal, lo aseguro, no hubiese jurado por Büchner ó por Haeckel.

Basta leer en la página 292 de este libro la manera ingeniosa y sutil como Rizal expuso el principio de la relatividad del conocimiento, para comprender que no era un dogmático del racionalismo, un teólogo al revés, sino más bien un librecreyente con sentido agnóstico y con un cimiento de cristianismo sentimental. Y en el fondo, conviene repetirlo, el catolicismo infantil y popular, nada teológico, de su niñez, el catolicismo del ex-secretario de la Congregación de San Luis. Yo, que también fui á mis quince años secretario de esa misma Congregación, creo saber algo de esto.

Á Rizal se le tuvo por protestante y por germanófilo, y ya se sabe lo que esto quiere decir entre nosotros. En España y para españoles, pasar por protestante ó cosa así es peor que pasar por ateo.

Del catolicismo se pasa al ateísmo fácilmente; porque, como decía Channing, y hablando de España precisamente, las doctrinas falsas y absurdas llevan una natural tendencia á engendrar escepticismo en los que las reciben sin reflexión, no habiendo nadie tan propenso á creer demasiado poco como aquellos que empezaron creyendo demasiado mucho.

Es corriente oir en España declarar que, de no ser católico, debe serse ateo y anarquista, pues el protestantismo es un término medio que ni la razón ni la fe abonan. Y cuando alguien se declara protestante le creen vendido al oro inglés. El protestante aparece ante nosotros, más aún que como un anticatólico, como un antiespañol. El ateísmo es más castizo aún que el protestantismo. La herejía se considera un delito contra la patria tanto ó más que un delito contra la religión.

Y aquí era ocasión de decir algo sobre esa sacrílega confusión entre la religión y la patria, el desdichado consorcio entre el altar y el trono --no menos desdichado que aquel otro entre la cruz y la espada, -- y las desastrosas consecuencias que ha traído tanto para el trono como para el altar. Pues es difícil saber si con semejante contubernio ha perdido la religión más que la patria ó ésta más que aquélla.

En la nota (387) correspondiente a la página 306 de este libro, se hallará un estupendo ukase del gobernador que fue de Pangasinan, D. Carlos Peñaranda, en que conmina á los cabezas de barangay á que oigan misa los días de precepto, bajo la multa de un peso si no lo hicieren. Esto era un brutal atentado á la libertad y á la dignidad de aquellos ciudadanos españoles, y á la vez una impiedad manifiesta. Porque obligarle á un fiel cristiano católico á que cumpla los deberes religiosos de su profesión bajo sanción civil, no es más que una impiedad; es privar á aquella ofrenda de culto de su valor espiritual y es atentar á la libertad de la conciencia cristiana. Si los frailes que hacían de párrocos en Pangasinán hubieran tenido sentido religioso cristiano y católico, habrían sido los primeros en protestar de ese atentado.

Y luego, léase una vez más aquel deplorable resultando de la orden de deportación de Rizal por el general Despujol, aquel resultando en que se dice que descatolizar equivalía á desnacionalizar aquella siempre española -- hoy ya no lo es -- y como tal siempre católica tierra filipina.

Contrista el ánimo la lectura de tales cosas, y más á los que creemos que para nacionalizar de veras á España, una de las cosas que más falta hacen es descatolizarla en el sentido en que Despujol y sus consejeros y directores espirituales tomaban el catolicismo. Pues acaso haya otro sentido en que quepa decir que la Iglesia católica romana se está descatolizando.

Rizal pasó por un protestante, por un racionalista, por un librepensador, y en todo caso por anticatólico. Y yo estoy convencido de que fue siempre un cristiano librecreyente, de vagos é indecisos sentimientos religiosos, de mucha más religiosidad que religión, y con cierto cariño al catolicismo infantil y puramente poético de su niñez. No me chocaría que, aun no creyendo ya con la cabeza en los dogmas católicos, hubiese alguna vez asistido á misa en todas partes, y uno que nació y se crió católico, en ningún sitio mejor que en un templo católico puede, fuera de su patria, hacerse la ilusión de encontrarse en ella.

Condenado á muerte Rizal, bajo la inspiración del miedo sus jueces, cayeron sobre él sus antiguos maestros los jesuítas y apretaron el cerco con que de antiguo le venían asediando. Es una lucha tristísima.

Pocas cosas más instructivas como las relaciones del pobre Rizal con los jesuítas, sus antiguos maestros. En ellas se ve de un lado el excelente buen natural de él, su respeto y su gratitud á aquellos sus maestros que le habían tratado, y trataban en general al indio, con más humanidad, con más racionalidad, con más espíritu cristiano que los frailes (*).

Y en ellas se ve también la irremediable vulgaridad y ramplonería del jesuíta español, con sus sabios de guardarropía, con sus sabios diligentes y útiles mientras se trata de recoger, clasificar y exponer noticias, pero incapacitados por su educación de elevarse á una concepción verdaderamente filosófica de las cosas.

En la nota (363) á la pág. 293 de este libro, dice Retana que aunque los jesuítas ofrecieron publicar algún día el presente, y añade, no sé si con ironía: "Respetamos las razones que tengan para mantener inéditas tan curiosas cartas".

Yo, por mi parte, sospecho que aunque las de Rizal no deben ser un asombro, ni mucho menos, de polémica religiosa -- ya he dicho que creo nunca pasó de un dilettante en tales materias como en otras, --deben quedar, sin embargo, malparados los jesuítas.

¡Porque cuidado si son éstos ignorantes, vulgares y ramplones en estas materias cuando son españoles! Baste decir que anda por acá un P. Murillo que se permite escribir de exégesis y hablar de Harnack y del abate Loisy , y lo hace con una escolástica y una insipiencia que mete miedo.

No hay leyenda más desatinada que la leyenda de la ciencia jesuítica, sobre todo de su ciencia religiosa. Son unos detestables teólogos y exégetas más detestables aún.

Sólo á un jesuíta español como el P. Pastells pudo ocurrírsele regalar á Rizal, para tratar de convertirle, las obras de Sardá y Salvany. Esto da la medida de su mentalidad ó del pobre concepto que de Rizal se formaba. Sólo le faltó añadir las del P. Franco. Y hay que leer entre líneas, en el relato de los jesuítas, las necedades y vulgaridades que el P. Balaguer debió dejar caer sobre el pobre Rizal.

Y así y con todo aparece Rizal vencido, convertido y retractándose. Pero no con razones. Vencido, sí; convertido, acaso; pero convencido, no. La razón de Rizal no entró para nada en esta obra. Fue el poeta; fue el poeta que veía la muerte próxima; fue el poeta ante la mirada de la Esfinge que le iba á tragar muy pronto, ante el pavoroso problema del más allá; fue el poeta que, á la vista de aquella imagen del Sagrado Corazón, tallada por sus propias manos en días más tranquilos, sintió que su niñez le subía á flor de alma. Fue el golpe maestro de los jesuítas y valió más que sus ridículas razones todas.

El pobre Cristo tagalo tuvo en la capilla su olivar, y es inútil figurárnoslo como un estoico sin corazón. "¡No puedo dominar mi razón!", exclamaba el pobre ante el asedio del P. Balaguer. Cedió; firmó la retractación. Luego leía el Kempis. Se encontraba ante el gran misterio, y el pobre Hamlet, el Hamlet tagalo debió de decirse: ¿Y si hay? ¡Por si hay!

Entonces su espíritu debió de pasar por un estado análogo al de aquel otro gran espíritu, al de aquel hombre de razón robustísima, pero de sentimiento más robusto aún que su razón, que se llamó Pascal y que dijo: il faut s'abêtir, "hay que embrutecerse"; y recomendó tomar agua bendita, aun sin creer, para acabar creyendo.

El relato de los últimos momentos de Rizal, de su verdadera agonía espiritual, es tristísimo. "¡Vamos camino del Calvario!" Y camino de su Calvario fue, pensando acaso en si aquel su sacrificio resultaría inútil; invadido tal vez por ese tremendo sentimiento de la vanidad del esfuerzo que ha sobrecojido á tantos hombres á las puertas de la muerte.

"¡Qué hermoso día, Padre!" Ya no vería días así, tan hermosos. Los verían los demás; pero ¿no morirían también ellos? ¿Vería Filipinas días hermosos, despejados, claros?

"¡Siete años pasé yo allí!" Y ante su espíritu soñador pasarían siete años mansos y dulces, como las aguas de un arroyo que discurre en un valle de verdura.

"En España y en el extranjero es donde me perdí." ¿Qué quiere decir perderse? El niño balbucía en él.

"¡Yo no he sido traidor á mi patria ni á la nación española!" No, no fue traidor. Es España la que le fue traidora á él.

"Mi gran soberbia, Padre, me ha traído aquí." ¡La soberbia! ¿Y á quién que tenga una cabeza sobre los hombros y un corazón en el pecho no le pierde la soberbia? ¿Qué es eso de la soberbia? El que se confiesa soberbio no lo ha sido nunca. Los soberbios eran los otros, los soberbios eran los bárbaros que sobre su cadáver lanzaron, como un insulto á Dios, aquel sacrílego ¡viva España!

"¡Mi soberbia me ha perdido!" Esto lo decía la mente que correspondía á las manos que tallaron la imagen del Sagrado Corazón, la mente del niño, del poeta. Y decía verdad. Su soberbia, sí, le perdió para que su raza ganase, porque todo aquel que quiera salvar su alma la perderá y el que la deje perder la salvará. Su soberbia, sí, su santa soberbia, la conciencia de que en él vivía una raza inteligente, noble y soñadora, la soberbia de sentirse igual á aquellos blancos que le despreciaron, esta santa, esta noble soberbia le perdió.

En La Solidaridad del 15 de Julio de 1890, y en el artículo "Una esperanza", escribió Rizal: "Dios ha prometido al hombre su redención después del sacrificio: ¡cumpla el hombre con su deber y Dios cumplirá con el suyo!"

Rizal cumplió con su deber, y la Iglesia Filipina Independiente, considerando que Dios ha cumplido con el suyo, ha canonizado al gran tagalo: San José Rizal.

VIII. SAN JOSÉ RIZAL

San José Rizal, ¿y por qué no? ¿Por qué no se ha de dar la sanción de la santidad al culto á los héroes?

Pienso algún día escribir algo sobre esa extraña Iglesia Filipina Independiente , cuyas publicaciones debo á la bondad del Sr. D. Isabelo de los Reyes ; sobre esa extraña Iglesia que es un intento de vestir al racionalismo cristiano con símbolos y ceremonias católicos, y cuyo porvenir me parece muy dudoso. No son los pensadores los que hacen las religiones ni los que las reforman. Más fácil me parece que sobre la base del sentimiento católico cristiano que allí dejó España se convierta en religión el culto mismo á la patria, á Filipinas, y que ésta les aparezca como una peregrinación para otra Filipinas celestial donde Rizal alienta y vive en espíritu.

No sé si Rizal, con su fino sentido religioso, y aun á falta de una gran cultura á este respecto, habría aprobado una Iglesia en que se ve la mano del cura cismático, en que se ve la huella del fraile y de sus discípulos.

Hay que desconfiar del cura cismático ó del cura hereje ó renegado. Aunque se haga ateo, el cura quiere seguir siendo cura, y pretende que haya una Iglesia atea en que él continúe como cura. La reforma religiosa la ve desde su punto de vista profesional.

Pero sea de esto lo que fuere, y sea también lo que fuere del cándido racionalismo de la Iglesia Filipina Independiente y de sus enseñanzas, tan ingenuamente agnósticas y cientificistas, es lo cierto que anduvo en canonizar á Rizal mucho más acertada que en otras cosas. Como que todas las demás cosas huelen á libros europeos, á tomos de la Biblioteca Alcan, y esa, por el contrario, parece la flor de un movimiento espontáneo del alma de un pueblo. Y las religiones las hacen los pueblos y no los pensadores; los pueblos con su corazón, y no los pensadores con su cabeza.

El acto, pues, más transcendental de la Iglesia Filipina Independiente es haber sancionado la canonización de Rizal, promulgada por el pueblo filipino.


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NAUFRAGIO EN LAS FILIPINAS (México D.F, Editorial Alfaguara, 2000)
Autora: Emma Romeu


Naufragio en las Filipinas es un libro para adolescentes. A principios del siglo XX, el grumete Gregorio, oriundo de las islas Canarias, debe permanecer un año en el puerto de Cádiz, en España. Su objetivo es llegar a ser algún día capitán. Once grumetes se reúnen en la pobre y desvencijada escuela de futuros capitanes de navíos bajo la vigilancia del implacable y amargado profesor Severino.

La historia es contada por el propio Gregorio. En esta aventura el joven marinero narra cómo se embarca hacia las lejanas islas Filipinas. Los piratas modernos del mar de China se apoderan del barco. Gregorio se gana el odio del desagradable joven pirata Chow y termina por naufragar en la isla filipina de Palawan. La hermosa playa y la intrincada selva son el escenario donde lo rescatan los pacíficos pobladores tagbanuas.

El libro se desarrolla a principios del siglo XX, y refleja dentro de la aventura la cultura autóctona tagbanua, la relación España-Filipinas, así como las costumbres y vida marinera de la época. El marco histórico, geográfico, étnico y cultural fue resultado tanto de la visita a los lugares mencionados, como de consultas con especialistas y de una búsqueda seria en bibliotecas; no así las ilustraciones de la edición actual que no reflejan adecuadamente el ambiente y personajes descrito.

DATOS DE LA AUTORA

Emma Romeu nació en La Habana, donde estudió Oceanología y Geografía y algunos cursos de especialización en Ecología General y Biogeografía. Trabajó en la Academia de Ciencias como auxiliar de investigaciones y recorrió los mares de Cuba en busca de datos para investigaciones científicas. Desde niña muy relacionada con el mar, adquirió destreza en el buceo viviendo interesantes experiencias en las profundidades del archipiélago cubano. En 1985 dejó la ciencia para dedicarse al periodismo, especializándose en periodismo de medio ambiente para proteger la naturaleza. En 1992 emigró a México y desde hace años publica sus artículos y reportajes en prestigiosas revistas como National Geographic Magazine (en español). Gran viajera, ha visitado Filipinas, Suiza, Islas Canarias, el río Mississippi y muchos lugares de riquezas naturales de Centro y Norteamérica. Es autora de la serie de libros de aventuras publicados por Alfaguara "Gregorio y el mar", "Gregorio vuelve a México", "Gregorio y el pirata", "A Mississippi por el mar" y "Naufragio en las Filipinas". Sus libros se venden en México, España, Estados Unidos, y otros países de América.


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EL IDIOMA ESPAÑOL, AYER Y HOY
por Gloria Macapagal-Arroyo, Presidente de la República Filipina


(Discurso en la ceremonia de ingreso como miembro numerario de la Academia Filipina, Correspondiente de la Academia Española de la Lengua, Villa San Miguel, 10 de Enero 2000)


Quisiera, antes que nada, agradecer a la Academia Filipina el alto honor con el que hoy me distingue, al nombrarme Miembro Numerario de su institución.

Los que bien me conocen, saben que siempre he preservado y mantenido, muy celosamente, mi carácter de universitaria; porque en la universidad he pasado muchos de los momentos mas agradables de mi vida. Por ello, acceder a un nuevo título académico, me llena de honor y de satisfacción.

Pero, es que, este acto, ademas tiene para mi unas connotaciones personales que lo hacen especialmente emocionante.

Como todos ustedes bien lo saben, pertenezco a una famila en la que la lengua española forma parte de vida. También me he casado con una familia que habla el español con maestría. Mi suegro, Don Ignacio Arroyo, descedendiente de antepasados que vinieron de Asturias, manejaba la lengua española con elegancia intelectual.

Mi padre, el Presidente Diosdado Macapagal por esta misma lengua, le daban, el gran respeto que siempre le distinguió como persona, como político y como el gran filipino que fue y que tanto dio para esta país, ----al que quería más que nada en el mundo.

Pero no menos experta en los secretos de la lengua española era mi madre, Doña Evangelina, que disfrutaba enormemente utilizándola. Eran sus construcciones delicadas y preciosas, por las que se translucía su fina sensibilidad.

Yo sé que, mis padres, de ambos lados, estarían muy felices hoy, aquí, entre tantos amigos, viendo a su hija verse distinguida por la Academica Filipina.

Y a ellos, quiero ofrecer este pensamiente, que no es simplemente de nostalgia, sino de genuino amor filial y de homenaje a quienes tanto debo.

Personalmente, y de la benéfica influencia de mi familia y de la famila de mi marido, siempre he sentido que la lengua española ha sido algo integrante en mi propia personalidad. Porque, también, siempre he estado convencida de que la lengua española forma parte de nuestra personalidad nacional filipina.

Nuestros héroes nacionales, empezando por el Dr. José Rizal, fueron capaces de expreasr su amor por Filipinas en español. En español se promulgó la primera Constitución. En español escribió José Palma nuestro precioso Himno Nacional. En español se construyó una enorme parte de la personalidad nacional de Filipinas, y esto es algo por el que los filipinos de hoy, debemos sentirnos orgullosos.

Personalmente, yo misma soy capaz de expresarme en varias de nuestras lenguas nacionales; tagalog, capampangan, ilocano, cebuano, ilonggo. Y, junto a ellas, con las que siento comunión nacional indeclinable, lo puedo hacer en español. Y con ello, no se desminuye mi fuerza nacionalista como filipina, sino que la incremento, la hago más completa, más redonda, más cabal.

Porque, en el fondo, me da mucha pena que un gran número de filipinos, incluso los reputados intelectuales, no sean capaces de leer a José Rizal en la lengua original en que escribió sus obras maestras.

Claro que también comprendo, que en algún momento, en este país, ha sido necesario crear una conciencia nacional de defensa de los valores locales, potenciando las lenguas de todas nuestra regiones. Pero, una gran falta fue la de no considerar que la lengua española era también un valor local.

Porque, no nos engañemos. El español no es, hoy dia, y en pleno siglo veinteiuno, simplemente la lengua de nuestros colonizadores, sino que es un instrumento lingúistico moderno, vehicular, y que une a más de cuatro cientos millones de personas en el mundo y que pueden resultar su rediscubrimiento de sumo interés para el desarollo del pueblo filipino.

Si miramos al futuro de este país, nos encontraremos con que en su decurso histórico, hemos utilizado, como lenguas nacionales, dos de los idiomas más importantes del planeta--el español y el inglés.

Y esto es un patrimonio, un tesoro, a nuestra disposición.

Hace unos meses, la Universidad de Filipinas concedió un doctorado, honoris causa, al escritor español, Premio Nóbel de Literatura y Académico de la Real Academia Española, Camilo José Cela. En su discurso ante un foro tan sensible como lo es el de la UP, todos creían que el Dr. Cela solamente iba a hacer una encendida defensa de la lengua española. Y, para sorpresa de la generalidad la hizo, pero no sólo del español, sino del español y del inglés.

Conjuntamente, como grandes lenguas que un país como Filipinas debiera ser capaz de utilizar con maestría. Su tesís fue muy simple-- hoy día, hay que ser multilingue. No hay que conformarse con hablar tan solamente la propia lengua.

En un mundo competitivo como el nuestro, hay que acostumbrarse a otras expresiones , y sobre todo a aquellas que permitan comunicarse más y mejor. Hoy por hoy, miles de filipinos ayudan, con su sudor, desde tierras lejanas y a veces en dificiles condiciones personales y familiares, a la reconstrucción, a la modernización, al desarollo de su patria. Tengo para todos ellos el respeto más profundo .

Un valor del filipino en el mundo internacional es el dominio de una lengua internacional, como el inglés. No sería ninguna tontería aumentar el dominio del español, que nos abriría más aun todavía, muchísimas más puertas en el mundo. Sobre todo, teniendo en cuenta que para nosotros, el español no es una lengua difícil, porque en nuestras propias lenguas tenemos un amplísimo patrimonio hispano-lingüístico que facilita enormente su aprendizaje.

Una de las labores más sustantivas de esta, nuestra Academia Filipina, está en ayudar a que se crean unas condiciones objetivas de reconocimiento de entre el pueblo filipino, ----de entre la juventud filipina especialmente y en la que tengo depositada todas mis esperazas ---- ,de esos valores que la lengua española contiene para todos nosotros.

Mis esfuerzos, como Académica Numeraria, irán enderezados en este sentido, por amor a una lengua que partenece al patrimonio nacional filipino, y por amor, en definitiva, a Filipinas.

He dicho.


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La Destrucción del Cosmos Filipino (6ª Parte)
Guillermo Gómez Rivera


EL ENCONTRÓN SOBRE EL ESPAÑOL

Los que siguen esta serie sobre filipinos que se resistieron a la imposición sectaria del inglés en Filipinas, han de interesarse también en el intercambio de palabras que hubo en 1913 entre la directora del Centro Escolar de Señoritas de Manila y el agresivo Gilbert Newton, secretario de instrucción del gobierno militar usense. Los que luchamos por la preservación del español en Filipinas debemos ver lo que ocurrió en el pasado para que tengan lugar nuestros detractores de decirnos ignorantemente que este idioma nunca llegó a estas islas porque no tiene ninguna razón de ser su reintroducción.

EL ENCONTRÓN GILBERT-AVELINO SE PRESTA PARA EL TEATRO

La revista EL RENACIMIENTO FILIPINO de 1913 presentó el encuentro entre estos dos personajes históricos en forma de un dibujo donde una pantorilla femenina daba un puntapie a lo que era el insulto proferido por Newton Gilbert, el WASP usense, y puesta en escena en el inmenso entablado del Teatro de la Ópera (Grand Opera House) de Manila. Nosotros, tras entrevistarnos con testigos que presenciaron este singular acontecimiento desarrollado en todo un teatro, lo presentamos en forma de un diálogo dramático en un obra de teatro recién escrita titulada Por los fueros filipinos. He aquí el fragmento que se refiere al aludido incidente.

NEWTON GILBERT

(Levantándose de golpe de su asiento y gritando para que todos le oigan.):

Stop! ¡Pare usted! ¡Alto allí!

DON JOSUÉ:

(Mirándole desde el entablado.)

Yes, your excellency! Don’t you feel well. ¿Qué le pasa a usted? ¿Está enfermo?

NEWTON GILBERT

(Subiéndo al entablado.):

¡Esta institución no enseña el inglés! Y, ¡eso es intolerable para mi y el gobierno que represento!

DON JOSUÉ

(Yéndose a su encuentro.):

¡Lo que usted ahora hace es intolerancia? What you are doing to us now is intolerance, Sir!

NEWTON GILBERT

(Se pone en alto delante de Don Josué.):

¡AH! ¡Usted sabe inglés pero no lo quiere utilizar! You know English but you don’t use nor teach it!

DON JOSUÉ:

¿Por qué lo voy a utilizar cuando yo no soy ciudadano norteamericano? ¡Yo soy filipino y la lengua oficial de Filipinas es el español!

NEWTON GILBERT

(Yéndose al centro del entablado.):

¿Quién es la directora de este centro? ¡Quiero hablarla!

DOÑA LIBRADA

(Elegante en su saya, se acerca majestuosamente)

Yo, señor.

NEWTON GILBERT

(Con los ojos dilatados.):

Dont you speak English? Why are you not talking in English here?

DOÑA LIBRADA

(Mirándole serenamente de la cabeza a los pies.)

No, señor. Usted y yo estamos en Filipinas. ¿Habla usted el tagalo?

NEWTON GILBERT

(Airado.)

Of course not! ¿Cómo espera usted que yo sepa el tagalo?

DOÑA LIBRADA

(Abriéndose el abanico en el pecho.)

Pues, de la misma forma usted no debe esperar que aquí hablemos en inglés, ¡Señor!

NEWTON GILBERT

(Desconcertado.)

Entonces, ¿por qué insiste usted en usar el español cuando usted no es una española?

DOÑA LIBRADA

(Abanicándose lentamente.)

¿No conoce usted la historia filipina? Usamos el español porque nuestra República Filipina de 1898 nos lo proclamó como nuestra lengua oficial. Somos filipinos como Rizal, nuestro héroe nacional, y, como él, nuestro idioma nacional es el español. ¿No puede usted entender esa sencilla verdad?

NEWTON GILBERT

(Imperioso.)

Yo vine mandado por el gobierno de Estados Unidos a cumplir con mi deber é imponer aquí el inglés.

DOÑA LIBRADA

(Más imperiosa aun.)

El inglés puede añadirse después del español y el tagalo, pero forzarnos a dejar el español y el tagalo, así como así, es un capricho colonial que nos hiere en nuestros derechos humanos y en nuestra identidad nacional.

NEWTON GILBERT

(Insistente.)

¡Pero el español es un idioma colonial impuesto aquí por una España imperialista! Además, no son todos los filipinos los que hablan español!

DOÑA LIBRADA

(Serena.)

Sí. Pero, hablan lenguas nativas influidas por el idioma español. Además, desde el sínodo de 1599 los indígenas filipinos aceptaron ser ciudadanos españoles. Entonces, nuestros antepasados, ya como ciudadanos españoles, entendían que la imposición del idioma español en Filipinas adquirió la debida justificación. Por otro lado, la imposición del inglés sobre nosotros no tiene ninguna justificación legal porque Estados Unidos todavía no nos ha aceptado, por ley, como ciudadanos americanos. Por eso, es el inglés, y no el español, la verdadera imposición colonial.

GILBERT NEWTON

(Defensivo.)

Pero Filipinas es ahora un territorio de los Estados Unidos de América y creemos en la educación popular. Y vuestra educación no es popular. Es elitista.

DOÑA LIBRADA

(Imperiosa pero serena.)

Sí. Territorio pero no un estado de Estados Unidos. Luego, está usted equivocado, Señor Gilbert. La educación popular empezó en Filipinas en 1862. Aprenda usted la verdadera historia filipina y no nos pida que enseñemos a la juventud la historia revisada que imponeis a costa del 'tax money' del mismo pueblo filipino.

NEWTON GILBERT

(Amenazador.)

¡Yo mandaré retirar el reconocimiento del gobierno antes otorgado a su centro!

DOÑA LIBRADA

(Majestuosa.)

La validez de un centro educativo como el nuestro no depende del reconocimiento de un gobierno como el que usted aquí representa.

(Y con un majestuoso abrir y cerrar de su abanico, le señala la salida al señor Gilbert.)

Tiene usted, señor, el permiso para dejar este salón.

(Y Gilbert sale enojado del teatro.)

LA PRENSA FILIPINA DEFIENDE A DOÑA LIBRADA

Los periódicos de aquel tiempo, escritos en español y en tagalo, atacaban al intolerante régimen neocolonial de los WASP usenses en su repugnante política de forzar sobre el pueblo filipino el idioma inglés sobre el idioma que tenía como el suyo, el castellano.

Para los filipinos instruidos de aquella época, el antifonético idioma inglés siempre era el idioma inferior que es frente al idioma español y frente al tagalo por lo que no merecía ser un idioma apto como para la debida instrucción, la buena y cabal educación de sus hijos y de su patria.

Y este hecho se va demostrando, como la verdad que realmente es, hasta en la actualidad tanto en sus efectos como en sus terribles resultados para la inmensa mayoría del empobrecido pueblo filipino.

Además del defecto estructural del idioma inglés, los filipinos también sabían que al hablar en este idioma llevaban en la frente el impronto denigrante de la esclavitud bajo el dolorosamente hipócrita y tiránico neocolonialismo WASP norteamericano con todas sus terribles implicaciones económicas.

El 25 de junio de 1913, todos los periódicos de Manila valientemente publicaron noticias y gacetas con encabezamientos que decían: ‘EL CENTRO ESCOLAR Y MR. GILBERT’. ‘AQUÉLLA SE SEPARA DEL DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN’.

Por otro lado, si la prensa filipina de aquel tiempo fuese como la que existe en el presente, no creemos que se lancen a defenderle a Doña Librada por su defensa del idioma español como medio de instrucción que siempre fue para la educación verdadero de los verdaderos filipinos. Los periodistas filipinos de hoy, salvo muy contadas excepciones han sido “mis-educated” por el sistema que Gilbert Newton antes representaba y que es un sistema que ahora no solamente excluye la enseñanza regular del idioma español sino que va destruyendo al mismo idioma tagalo, base del idioma nacional, mediante la anglización vandálica de su alfabeto fonético y de su mismo sistema de deletreo y silabicación.

UNA VALIENTE RESOLUCIÓN QUE NINGÚN COLEGIO FILIPINO DE HOY SE ATREVERÍA A FIRMAR UNA RESOLUCIÓN DECLARÁNDOSE INDEPENDIENTE DEL DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN DEL GOBIERNO COLONIAL USENSE

Una resolución, naturalmente escrita en español, y firmada por los miembros de la Administración y los Profesores del Centro Escolar, fechada 22 de junio, 1913, dice lo que sigue.

Por tanto se resuelve:

Primero. Hacer constar que todos y cada uno de los miembros del claustro de profesores del Centro Escolar de Señoritas dan por recibidas, como si personalmente les hubiesen sido dirigidas, las ofensas que se han inferido a su respetada y queridísima directora en la preinserta carta del Secretario de Instrucción Pública.

Segundo. Que se declare que el Centro Escolar de Señoritas se separa del Departamento de Instrucción Pública, tal como actualmente está adscrito al mismo, para continuar funcionando como establecimiento de enseñanza privada no adscrito al departamento mencionado, y con los derechos que establecen a su favor las leyes del país.

Tercero. Que la citada carta y los conceptos que contienen constituyen la principal razón que asiste al Centro Escolar de Señoritas para separarse del presente departamento de Instrucción Pública.

Cuarto. Que inmediatamente se dé conocimiento de este acuerdo al público, enviando copia del mismo a los periódicos de la localidad y que por medio de una circular impresa, con exposición de las razones que han impuesto esta medida, se dé aviso a las familias de las alumnas del Centro sobre la nueva situación en que queda el colegio, para su debidio conocimiento y disposiciones que en su punto de vista crean conveniente adoptar.

Quinto. Que se ordene a la Secretaria de la Junta, como por la presente se le ordena, que envíe al Hon. Newton W. Gilbert, Secretario de Instrucción Pública, una copia certificada de la presente resolución, la cual ha sido adoptada en junta general.

Así se acuerda.

CERTIFICO: Que el preinserto escrito es copia exacta de la resolución adoptada en junta general ordinaria del Centro Escolar de Señoritas el día 22 de Junio de 1913, según consta en el libro de actas de dicha corporación. MARÍA FRANCISCA DE VILLACERÁN. Secretaria de la Junta del Colegio.


Además de Doña Librada Avelino, los otros firmantes de la misma resolución son: Carmen de Luna, Margarita Oliva, Ildefonsa Amor, María Francisca de Villacerán, Felisa Guerrero, Úrsula Hidalgo, Josefa Desiderio, el Dr. Pacífico Victoriano, Justo Juliano, Manuel Rávago y Alberto Campos.

Las que más tarde concurrieron con la misma resolución con sus firmas, fueron las Señoritas Feliza Francisco, Dominga Francisco, Generosa de Leon, Dolores Zabat y Faustina Panlilio.

FREIRLE AL FILIPINO EN SU PROPIA MANTECA (NIPRITO SA MISMO AT SARILING MANTIKA)

Mucho se ha escrito, y se escribe, de la lucha por la libertad por parte de las mujeres filipinas, pero no se lee en ninguna parte, en inglés, sobre esta lucha heróica sobre el idioma por parte de Librada Avelino y su generación verdaderamente patriótica que se opuso al desvergonzado neocolonialismo WASP que imponía descaradamente el inglés en todas las escuelas privadas y públicas del pueblo filipino a costa del dinero de los mismos filipinos.

Lo terrible es que esta imposición opresiva por parte de los neocolonialistas WASP es el aludido hecho de que el gasto para imponer y forzar el idioma inglés sobre los niños filipinos no se hacía a costa del dinero de los contribuyentes usenses pero muy insultantemente a costa de los ya empobrecidos contribuyentes filipinos cuyo voto a favor del uso del idioma español y la preservación de su herencia hispana siempre fue suprimida a través de las instrumentalidades gubernamentales de Filipinas como lo son en el tiempo presente el DECS y la CHED.

Para sujetar a estas instrumentalidades del gobierno filipino y para intervenir de forma impune y dictar la imposición del idioma inglés, al par que se suprime el idioma español y se sabotea al idioma tagalo mediante su apachucamiento o pidyinización, estas mismas instrumentalidades se ven ordenadas a firmar impréstitos innecesarios a los bancos usenses.

Después de todo, es el entero gobierno filipino el que también presta billones de dólares del Banco Mundial usense y del Fondo Monetario Internacional y tiene como “co-legisladors” a los del S.I.L. en cuanto a la “política de lenguas”.

SE IMPIDE UNA VERDADERA EDUCACIÓN FILIPINA

A raiz de esta situación indeseable, ni el pueblo filipino, ni su actual gobierno pueden poner en ejecución una verdadera política de educación apta para los filipinos porque Filipinas no vive libre para dar prioridad a su propio idioma nacional como medio de instrucción ni como instrumento de su desarrollo nacional.

Fieles a su carácter verdaderamente malo, los actuales neocolonizadores WASP, y sus lacayos sectarios en Filipinas, han conseguido privar del conocimiento de la presente generación de filipinos esa lucha por el idioma español y el idioma tagalo, como esa lucha en contra del idioma inglés, ocurridas en el pasado. Pero, a pesar de ese engaño de guardar esta información del conocimiento actual de los filipinos, el idioma inglés sigue siendo un idioma bien extranjero en la inmensa mayoría de los hogares filipinos.

Aquellos filipinos que se dejaron convencer sobre la supuesta utilidad del inglés, permitiéndose un vergonzante lavado de cerébro, al extremo de igualmente permitir la destrucción del idioma tagalo metiendo en el mismo el antifonético, y de por sí inferior, alfabeto inglés, han de aparecer en la historia futura, como en la memoría de sus compatriotas, como unos viles traidores al nombre Filipino.

La distorción de la historia filipina en las clases de sociología es parte de esa finalidad de encubrir su terrible traición al filipino originario que rechazó, en nombre del amor patrio, la injusta, por innecesaria, imposición del idioma inglés sobre este país y el establecimiento de la obligación, por parte de los jóvenes filipinos, de compulsoriamente aprender el inglés por encima del propio idioma nacional o no calificar para una colocación gubernamental.

Si la enseñanza de 24 unidades de español y literatura filipina fue objeto de montadas protestas por ser compulsoria, a raiz de las leyes Magalona y Cuenco (ahora anuladas por la Constitución Cory de 1987), hay razones más grandes y más pesadas que se yerguen en contra de la implacable, y terriblemente costosa, imposición obligatoria del idioma inglés como medio de instrucción y hasta como una asignatura universitaria de 36 unidades en todas las escuelas filipinas, públicas como privadas.

De verdad que será una inegable prueba para la cacareada independencia filipina si el requirimiento anticientífico a favor del idioma inglés se descartase al instante del sistema de ‘educación’ pagada por el erario público de Filipinas.

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