jueves, agosto 06, 2009
Revista Filipina (Tomo VI N° 4 Primavera 2003)
REVISTA FILIPINA (ISSN 1496-4538)
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Una Revista Trimestral de Lengua y Literatura Hispanofilipina
Tomo VI N° 4 Primavera 2003
Director: Edmundo Farolán
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EDITORIAL
Poemas de José Rizal y Alonso
Poesías dedicadas a Rizal Lorenzo Pérez Tuells y Esperanza Baxter
Rizal, Poeta Enrique Fernández Lumba
Rizal y La Masonería Guillermo Gómez Rivera
Reseña: José Rizal y la Universidad de Santo Tomás Manuel García Castellón
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EDITORIAL
Acabamos de recibir noticias de que, con los esfuerzos de José Perdigón, el Instituto Virtual de Cervantes incluirá las obras de Rizal en su colección. Hemos publicado en los números anteriores varios artículos sobre Rizal, y seguiremos haciéndolo porque hay tantas materias escritas sobre este célebre internacional que sólo podemos publicarlas poco a poco. Hace poco, una nueva traducción de Noli Me Tangere en italiano por Vasco Caini fue publicado en Siena, Italia.
Dedicamos este número específicamente a nuestro gran héroe nacional con la publicación de algunas de sus poesías, y también, entre tantos elogios por varios poetas alrededor del mundo, versos dedicadas a Rizal por dos poetas hispanofilipinos, Esperanza Baxter y Lorenzo Pérez-Tuells. Incluimos también el artículo Rizal, Poeta por Enrique Fernández Lumba, que era Secretario de la Academia Filipina hasta su muerte hace casi veinte añosConcluimos con dos ensayos: Rizal y la masonería, por Guillermo Gómez Rivera, y una reseña del Dr. Manuel García Castellón del libro Rizal and the University of Sto. Tomás escrito por Fidel Villaroel, O.P.
En el prólogo del escritor español Javier Gómez de la Serna de la obra de Wenceslao Retana, "Vida y Escritos del Dr. José Rizal", dice:
"La figura humana de Rizal es digna de profundo estudio. Vivió treinta y cinco años; a los veintisiete había dado la vuelta al mundo; fue médico, novelista, poeta, político, filólogo, pedagogo, agricultor, tipógrafo, escultor, pintor, naturalista, políglota (hablaba más de veinte idiomas), miembro de célebres centros científicos europeos, que dieron su nombre a especies nuevas por él descubiertas; vivió y estudió en grandes capitales de Europa y América.
"Salió estudiante de su país el 82; cursó brillantemente en España las carreras de Medicina y Filosofía y Letras; volvió a Filipinas el 87 para marcharse el 88; tornó el 92 para ser desterrado a los pocos días, y salió del destierro el 96 para ser fusilado.
"Yo lo conocí en Madrid. Limpio y atildado; semblante triste reflexivo; voz siempre suave; ni gritos, ni risas destempladas; pero aficionado a diversiones y devaneos, sin duda porque dejó latente, allá en su ribera del sol, ese primer amor virginal que en la ausencia, cuando no muere, hace casta toda una vida.
"¿Cuáles eran sus ideales? La inmediata independencia de su país a toda costa, aunque nada hizo, ni podía, el pobre estudiante para realizarla; y el ideal de la independencia no desapareció, porque no podía ni debía desaparecer del pecho de un esclavo noble.
"Dice bien Retana: España no fusiló a Rizal en Filipinas. Lo que hicieron los soldados indígenas, a quienes por un refinamiento de la España negra, se ordenó disparar contra el ídolo, fue fusilar a España en Filipinas, por mandato de unos torpes hijos de la Madre Patria."
Vicente Martínez tiene esto que decir sobre Mi Último Adiós de Rizal: "Fue tal la maravillosa versatilidad de José Rizal, que muy pocos admitirían de que antes que nada era poeta. La aclamación universal tributada a Mi Último Adiós, escrita en vísperas de su martirio, sirvió para sumergir, sino sumir en el olvido, sus otros poemas. ¿Qué fiipino podría hallaralgo que igualara a Mi Último Adiós y sus sublimes expresiones en nombre de la patria, la libertad y la exaltación de lo nativo? Y sin embargo, cabe preguntar ¿quién regatearía la plenitud de Rizal como poeta ante el esplendor de sus creaciones poéticas?"--EF
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Poemas de José Rizal y Alonso
Mi Último Adiós
Adiós, Patria adorada, región del sol querida,
Perla del Mar de Oriente, nuestra perdido Edén!
A darte voy alegre la triste mustia vida,
Y fuera mas brillante, mas fresca, mas florida,
También por ti la diera, la diera por tu bien.
En campos de batalla, luchando con delirio
Otros te dan sus vida sin dudas, sin pesar;
El sitio nada importa, ciprés, laurel o lirio,
Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio,
Lo mismo es si lo piden La Patria y el hogar.
Yo muero cuando veo que el cielo se colora
Y al fin anuncia el día tras lóbrego capuz;
Si grana necesitas para teñir tu aurora,
Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora
Y dórela un reflejo de su naciente luz
Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente,
Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor,
Fueron el verte un día, joya del Mar de Oriente
Secos los negros ojos, alta la tersa frente,
Sin ceno, sin arrugas, sin mancha de rubor.
Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo,
¡Salud te grita el alma que pronto va a partir!
¡Salud! ah, que es hermoso caer por darte vuelo,
Morir por darte vida, morir bajo tu cielo,
Y en tu encantada tierra la eternidad dormir.
Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día
Entre la espesa hierba sencilla, humilde flor,
Acércala a tus labios y besa el alma mía,
Y sienta yo en mi frente bajo la tumba fría
De tu ternura el soplo, de tu halito el calor.
Deja la luna verme con luz tranquila y suave;
Deja que el alba envíe su resplandor fugaz,
Deja gemir al viento con su murmullo grave,
Y si desciende y posa sobre mi cruz un ave
Deja que el ave entone su cántico de paz.
Deja que el sol ardiendo las lluvias evapore
Y al cielo tornen puras con mi clamor en pos,
Deja que un ser amigo mi fin temprano llore
Y en las serenas tardes cuando por mi alguien ore
Ora también, Oh Patria, por mi descanso a Dios!
Ora por todos cuantos murieron sin ventura,
Por cuantos padecieron tormentos sin igual,
Por nuestros pobres madres que gimen su amargura;
Por huérfanos y viudas, por presos en tortura
Y ora por ti que veas tu redención final.
Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio
Y solos solo muertos quedan velando allí
No turbes su reposo, no turbes el misterio
Tal vez acordes oigas de citara o salterio,
Soy yo, querida Patria, yo que te canto a ti.
Y cuando ya mi tumba de todos olvidada
No tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,
Deja que la are el hombre, la esparza con la azada,
Y mis cenizas antes que vuelvan a nada,
El polvo de tu alfombra que vayan a formar.
Entonces nada importa me pongas en olvido,
Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré,
Vibrante y limpia nota seré para tu oído,
Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido
Constante repitiendo la esencia de mi fe.
Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores,
Querida Filipinas, oye el postrer adios.
Ahí, te dejo todo, mis padres, mis amores.
Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,
Donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.
Adiós, padres y hermanos, trozos del alma mía;
Amigos de la infancia en el perdido hogar,
Dad gracias que descanso del fatigoso día.
¡Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría!
Adiós, queridos seres. Morir es descansar.
A La Juventud Filipina
¡Alza su tersa frente,
Juventud Filipina, en este día!
¡Luce resplandeciente
Tu rica gallardía,
Bella esperanza de la Patria Mía!
Vuela, genio grandioso,
Y les infunde noble pensamiento,
Que lance vigoroso,
Mas rápido que el viento,
Su mente virgen al glorioso asiento.
Baja con la luz grata
De las artes y ciencias a la arena,
Juventud, y desata
La pesada cadena
Que tu genio poético encadena.
Ve que en la ardiente zona
Do moraron las sombras, el hispano
Esplendente corona,
Con pía sabia mano,
Ofrece al hijo de este suelo indiano.
Tú, que buscando subes,
En alas de tu rica fantasía,
Del Olimpo en las nubes
Tiernísima poesía
Mas sabrosa que néctar y ambrosía
Tú, de celeste acento,
Melodioso rival Filomena,
Que en variado concento
En la noche serena
Disipas del mortal la amarga pena.
Tú que la pena dura
Animas al impulso de tu mente ,
Y la memoria pura
Del genio refulgente
Eternizas con genio prepotente.
Y tú, que el vario encanto
De Febo, amado del divino Apeles,
Y de natura el manto
Con mágicos pinceles
Trasladar al sencillo lienzo sueles.
¡Corred! que sacra llama
Del genio el lauro coronar espera,
Esparciendo la Fama
Con trompa pregonera
El nombre del mortal por la ancha espera.
¡Día, día feliz,
Filipinas gentil, para tu suelo!
Al Potente bendice
Que con amante anhelo
La ventura te envía y el consuelo.
Canto Del Viajero
Hoja seca que cuela indecisa
Y arrebata violente turbión,
Así vive en la tierra el viajero,
Sin norte, sin alma, sin patria ni amor.
Busca ansioso doquiera la dicha
Y la dicha se aleja fugaz:
Vana sombra que burla su anhelo! ...
Por ella el viajero se lanza a la mar!
Impelido por mano invisible
Vagara confín en confín;
Los recuerdos le harán compañía
De seres queridos, de un día feliz.
Una tumba quizás en el desierto
Hallara, dulce asilo de paz,
De su patria y del mundo olvidado ...
Descanse tranquilo, tras tanto penar !
Y le envidian al triste viajero
Cuando cruza la tierra veloz ...
Ay! no saben que dentro del alma
Existe un vacío de falta el amor!
Volverá el peregrino a su patria
Y a sus lares tal vez volverá,
Y hallara por doquier nieve y ruina
Amores perdidos, sepulcros, no mas.
Ve, Viajero, prosigue tu senda,
Extranjero en tu propio país;
Deja a otros que canten amores,
Los otros que gocen; tu vuelve a partir.
Ve, viajero, no vuelvas el rostro,
Que no hay llanto que siga al adiós;
Ve, viajero, y ahoga tu penas;
Que el mundo se burla de ajeno dolor.
Canto De Maria Clara
Dulces las horas en la propia patria
Donde es amigo cuanto alumbra el sol,
Vida es la brisa en sus campos vuela,
Grata la muerte y mas tierno el amor !
Ardientes besos en los labios juegan,
De una madre en el seno al despertar,
Buscan los brazos a cernir al cuello,
Y los ojos sonrientes al mirar.
Dulce es la muerte por la propia patria,
Donde es amigo cuanto alumbra el sol;
¡Muerte es la brisa para quien no tiene
Una patria, una madre y un amor!
A Las Flores De Heidelberg
Id a mi patria, id, extranjeras flores,
sembradas del viajero en el camino,
y bajo su azul cielo,
que guarda mis amores,
contad del peregrino
la fe que alienta por su patrio suelo!
id y decid ... decid que cuando el alba
vuestro cáliz abrió por vez primera
cabe el Neckar helado,
le visteis silencioso a vuestro lado
pensando en su constante primavera.
Decid que cuando el alba,
que roba vuestro aroma,
cantos de amor jugando os susurraba,
el también murmuraba
cantos de amor en su natal idioma;
que cuando el sol la cumbre
del Koenigsthul en la mañana dora
y con su tibia lumbre
anima el valle, el bosque y la espesura,
saluda a ese sol aun en su aurora,
¡al que en su patria en el cenit fulgura!
y contad aquel día
cuando os cogía al borde del sendero,
entre ruinas del feudal castillo,
orilla al Neckar, o a la selva umbría.
Contad lo que os decía ,
cuando, con gran cuidado
entre las paginas de un libro usado
vuestras flexibles hojas oprimía.
¡Llevad, llevad, oh flores!
amor a mis amores
paz a mi país y a su fecunda tierra,
fe a sus hombres, virtud a sus mujeres,
salud a dulces seres
que el paternal, sagrado hogar encierra ...
Cuando al besar la playa,
el beso os imprimo
depositadlo en ala de la brisa,
por que con ella vaya
y bese cuanto adora, amo y estimo.
Mas ay llegaréis flores,
conservaréis quizás vuestras colores,
pero lejos del patrio, heroico suelo
a quien debéis la vida:
que aroma es alma, y no abandona el cielo,
cuya luz viera en su nacer, ni olvida.
Me Piden Versos
Piden que pulse la lira
Ha tiempo callada y rota:
Si ya no arranco una nota
¡Ni mi musa ya me inspira!
Balbuce fría y delira
Si la tortura mi mente;
Cuando ríe solo miente;
Como miente su lamento:
Y es que en mi triste aislamiento
Mi alma ni goza ni siente.
Hubo un tiempo ... ¡y es verdad!
Pero ya aquel tiempo huyo,
En que vate me llamo
La indulgencia a la amistad.
Ahora de aquella edad
El recuerdo apenas resta
Como quedan de una fiesta
Los misteriosos sonidos
Que retienen los oídos
Del bullicio de la orquesta.
Soy planta apenas crecida
Arrancada del Oriente,
Donde es perfume el ambiente,
Donde es un sueno la vida:
Patria que jamás se olvida!
Enseñaron me a cantar
Las aves, con su trinar;
Con su rumor, las cascadas;
Y en sus playas dilatadas,
Los murmurios de la mar.
Mientras en la infancia mía
Pude a su sol sonreír,
Dentro de mi pecho hervir
Volcán de fuego sentía;
Vate fui, porque quería
Con mis versos, con mi aliento,
Decir al rápido viento:
¡Vuela; su fama pregona!
¡Cántala de zona en zona;
De la tierra al firmamento!
¡La dejé! ... mis patrios lares.
¡Árbol despojados y seco!
Ya no repiten el eco
De mis pasados cantares
Yo crucé los vastos mares
Ansiando cambiar de suerte,
Y mi locura no advierte
Que en vez del bien que buscaba,
El mar conmigo surcaba
El espectro de la muerte.
Toda mi hermosa ilusión,
Amor, entusiasmo, anhelo,
Allá quedan bajo el cielo
De tan florida región:
No pidáis al corazón
Cantos de amor, que está yerto;
Porque en medio del desierto
Donde discurro sin calma,
Siento que agoniza el alma
Y mi numen está muerto.
Por La Educación
( Recibe Lustre La Patria )
La sabia educación, vital aliento
Infunde una virtud encantadora;
Ella eleva la Patria al alto asiento
De la gloria inmortal, deslumbradora,
Y cual de fresca brisa al soplo lento
Reverdece el matiz de flor odcra:
Tal la educación al ser humano
Bienhechora engrandece con larga mano.
Por ella sacrifica su existencia
El mortal y el placido reposo;
Por ella nacer vence el arte y la ciencia
Que ciñen al humano lauro hermoso:
Y cual del alto monte en la eminencia
Brota el puro raudal de arroyo undoso;
Así la educación da sin mesura
A la patria do mora paz segura.
Do sabia educación trono levanta
Lozana juventud robusta crece
Que subyuga el error con firme planta
Y con nobles ideas se engrandece:
Del vicio la cerviz ella quebranta;
Negro crimen ante ella palidece:
Ella domina bárbaras naciones,
Y de salvajes hace campeones.
Y cual el manantial que alimentando
Las plantas, los arbustos de la vega,
Su placido caudal va derramando,
Y con bondadoso afán constante riega
Las riberas do vase deslizando,
Y a la bella natura nada niega:
Tal al que sabia educación procura
Del honor se levanta hasta la lectura.
De sus labios las aguas cristalinas
De celica virtud sin cesar brotan,
Y de su fe las próvidas doctrinas
Del mal las fuerzas débiles agotan,
Que se estrellan cual olas blanquecinas
Que las playas inmóviles azotan:
Y aprenden con su ejemplo loas mortales
A trepar por las sendas celestiales.
En el pecho de miserias humanas
Ella enciende del bien la viva llama;
Al fiero criminal ata las manos,
Y el consuelo en los pechos fiel derrama.
Que buscan sus beneficios arcanos;
Y en el amor de bien su pecho inflama:
Y es la educación noble y cumplida
El bálsamo seguro de la vida.
Y cual peñón que elevase altanero
En medio da las ondas borrascosas
Al bramar del huracán y noto fiero,
Desprecia su furor y olas furiosas,
Que fatigadas del horror primero
Se retiran en calma temerosas;
Tal es el que sabia educación dirige
Las riendas de la patria invicto rige.
En záfiros estállense los hechos;
Tribútele la patria mil honores;
Pues de sus hijos en las nobles pechos
Transplanto la virtud lozanas flores;
Y en el amor del bien siempre deshechos
Verán las gobernantes y señores
Al noble pueblo que con fiel ventura
Cristiana educación siempre procura.
Y cual de rubio sol de la mañana
Vierten oro los rayos esplendentes,
Y cual la bella aurora de oro y grana
Esparce sus colores refulgentes;
Tal noche instrucción, ofrece ufana
De virtud el placer a los vivientes,
Y ella a nuestra cara patria ilustre
Inmortal esplendor y ilustre.
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POESÍAS DEDICADAS A RIZAL
RIZAL
(fragmento)
Esperanza Baxter
...Y Rizal, el héroe; Rizal, el filósofo;
Rizal, el linguista, pintor y poeta,
doctor, literato, humanista,
vidente, científico y moderno profeta,
tras el veredicto, fatuo y despiadado,
de mortal sentencia,
entró silencioso y austero en capilla
con estoicismo y dignidad soberbios.
Rizal, el patriota que amó a Filipinas
con amor tan sólido y voluntad tan recia,
que, cual Nazareno, sabiendo su sino
iba al holocausto lleno de grandeza.
Iba a Filipinas a entregar su vida;
no, una sola vida; ¡cien! si cien tuviera.
Su ominoso crimen: amar a la Patria.
Su execrable idea: quererla, ¡quererla!
Sus actividades: algunos escritos
con patrios alientos,
deseando ardiente, en libertad verla.
En las hoscas horas de mi luenga vida,
cuando aún le recuerdo sus horas postreras
en la angosta celda del Fuerte Santiago,
mis ojos caducos, sangran y llamean.
Sangran de coraje, porque cual judíos,
pudiendo salvarle,
levantando armas, que, Unidad es Fuerza,
callamos cobardes, temblando en el Campo,
haciéndonos cómplices de la gran tragedia.
Y es entonces cuando viene clara
su imagen señera;
la visión del Mártirñ la expresión del Héroe
en las asfixiantes horas de la espera.
Le veo pulsando sereno su Lira,
su soberbia Lira de inmortal cadencia,
dedicando su "ULTIMO ADIOS" a la Patria
adiós; todo un símbolo de ardiente elocuencia.
Adiós, hecho grito sublime en el alma;
adiós, de perdón a su afrenta;
adiós, a sus seres queridos;
adiós, a su Raza; adiós, a su Idea.
Su lucha fue vana, pero nunca estéril.
Y Rizal, más que hombre, ya todo un emblema,
marcha resignado donde no hay esclavos,
donde no hay verdugos, donde Dios impera.
Amanece el día del vil sacrificio...
y a las oquedades de su húmeda celda
penetra el cortejo que ha de dar al héroe,
del documento a firmar su sentencia.
Rizal, el valiente, el caballeroso,
recoge la pluma con gran entereza
y escribe su firma con una elegancia,
con un predominio, con una destreza,
que asómbrase el grupo al ver estampada
la firma del héroe con su mejor letra.
Y doblando el pliego de tinta aun húmeda,
con cara impasible, del reo se aleja
el grupo plomizo de protocolarios,
delatando el paso sus acciones bélicas.
Después...¡las tinieblas! En la celda umbría.
Rizal queda sólo en aquella tragedia
que se hace gigante, se hace apocalíptica,
a medida que avanzan sus horas postreras.
E inicia solemne unos pasos sincrónicos
en aquel rectángulo de indigna vivienda,
con una esperanza que se desvanece,
cuando se convence,
que la Patria eige su mortal Ofrenda.
Y así, extenuado por presentimientos,
en humilde silla se vence el Poeta,
rindiendo sus codos sobre un escritorio
a la luz vacilante de pálida vela.
Y es entonces cuando, de repente,
con toda su fuerza,
emerge estallante de luces y ardores
¡su lira soberbia!
Su Lira que enciendese en pira sagrada
en aquella estancia de plúmbeas tinieblas,
al trazar los primeros renglones bellísimos,
las sílabas cumbres, de intensa elocuencia,
de su despedida a la Patria adorada,
su inmortal Elegia Patética,
que entrará palpitante de vida
en la propia Historia cual obra Maestra.
El adiós que le exalta a la cumbre más alta,
a la cuádriga de oro, do incrústase egregia,
la divisa triunfal hecha tríptico
de: LA PATRIA, RIZAL Y BANDERA.
Ya cruza el camino que, de Santiago
hasta Bagumbayan le dista una legua.
Lo cruza sereno, arrogante, austero,
con el propio paso y el alma despierta,
y una mezcla extraña de melancolía
que su faz altera,
al dejar el suelo de su Filipinas,
no, dejarlo en alma; mas sí, en la materia,
que, vibrante nota será para el oído...
a generaciones sobrevenideras.
Por fin llega al cuadro que en el Bagumbayan,
ocho filipinos en armas esperan.
Rizal cruza firme, sin perder la calma,
gentil, sin reproches, sin la menor queja.
Mas, ruega a aquel grupo que se halla en funciones,
el ser fusilado miraando la Enseña,
porque por la espalda mueren los traidores;
y a la hispana causa jamás él lo fuera;
ni lo hubiera sido,
porque siempre un hijo a la Madre venera.
Más... ¡le es negado!
Y una vez repuesto de esta nueva afrenta,
volviendo sus ojos del martirio ungidos,
a los que presencian la trágica escena,
les dice: "Muero perdonando, sin resentimientos,
a los que sin causa asi me condenan.
Por la patria acepto gustoso tal paso,
pues sé que algún día será mi Odisea..."
..........
A RIZAL
Lorenzo Pérez Tuells
El ave de recuerdo bate sus alas reales,
--¡oh, apóstol!,¡oh, proffeta!--sobre tu blanca tumba
Tu nombre, entre una música de liras celestiales,
en el eco profundo de la historia retumba.
A pesar de la insidia del Tiempo del Olvido,
te yergues soberano--¡oh, apóstol!, ¡oh, profeta!--
en la mano una palma, pues que mártir has sido,
y un laurel en la frente, pues que fuiste poeta.
.........
Y la Patria, esa madre de todos tus afanes,
que se envuelve en el oro lustral de sus Estíos,
te invoca con el rudo vibrar de sus volcanes,
te reza con el dulce sollozo de sus ríos...
Y es que guarda en el fondo de su pecho, latente,
la llama de tu noble, libertadora, tea.
¡Puede un trozo de plomo destrozar una frente,
pero no puede nunca destrozar una idea...!
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Rizal, Poeta
Por Enrique Fernández Lumba
De la Academia Filipina
Nota preliminar de Tony P. Fernández:
Para los amantes de la literatura hispana nos es grato
publicar el siguiente ensayo, "Rizal, Poeta," escrito desde hace
muchos años por el finado académico de la lengua, D. Enrique Fernández Lumba (qepd).
Este ensayo, que causó un revuelo en los círculos literarios en
castellano, apareció en una compilación titulada “Discursos
de Malolos y Poesías Filipinas”, publicada en 1963, por el
Departamento de Educación de Filipinas con un prólogo del entonces
Secretario de Asuntos Exteriores del gobierno filipino Don Carlos P.
Rómulo.
El asunto, tal como está enunciado, no parece defícil desarollar.
En efecto, como dice el más ilustre compilador de las poesías
del Héroe, el venerado D. Jaime C. de Veyra, “Rizal, poeta, es
una verdad de Pero Grullo para todo filipino”. Parece, pues que no se
trata de probar que José Rizal fue poeta. Pero, debe tenerse en cuenta
que el concepto de poeta no es el mismo en la mente de todos. Y otro tanto
debe decirse en cuanto a la poesía.
Hasta el presente no se ha dado-y quizá no se dará nunca-una
definición de la poesía y del poeta que a todos satisfaga por
completo. El mismo Sr. de Veyra, después de decir que es una verdad
de Pero Grullo la de que Rizal era poeta, se pregunta qué es eso de
ser poeta. A modo de respuesta, acota una redondilla de un poeta español,
pero cuya exactitud rechaza por no ser enteramente applicable a Rizal.
Hay, realmente, una grande variedad de definiciones de la poesía:
desde la definifición amplia y alegórica de Cervantes hasta
la monosilábica de Bécquer, sintetizándola en la mujer.
Igualmente podemos decir en cuanto al poeta. Por lo común denominamos
poeta al que hace versos, y también al individuo que nos parece
soñador, idealista o romántico, según el concepto ordinario
que se tiene del romanticismo. Pero, lo cierto es que los de mayor
ilustración saben que el verso no hace al poeta, aun cuando éste
preferente y habitualmente exprese la emoción que le produce la belleza
que contempla o que imagina, serviéndose de los renglones cortos,
medidos y armónicos.
En la extensa y rica historia de la literatura española hay muchos
ejemplos de ilustres ingenios que compusieron versos, ajustados a las miniciosas
reglas de la Poética y, sin embargo, no lograron perpetuar sus nombres
como poetas. Ahí están, por ejemplo, el mismo Cervantes, y
D. Juan Valera, D. Marcelino Menéndez Pelayo, el Marqués de
Valdegamas, y aun el propio Unamuno, aunque éste figure en varias
antologías modernas. En cambio, nuestro Rizal, en la mente de los
filipinos, espontáneamente es evocado como héroe y poeta,
cualidades que eclipsan las otras de novelista, filólogo, medico,
historiógrafo, periodista y hombre de ciencia. Como dice D. Jaime,
Rizal, poeta, lo era todo y por sobre los demás atributos que adornaban
su egregia personalidad.
Este fenómeno literario que contradice el concepto popular que hemos
citado, según el cual se identifica al poeta con el versificador,
ha originado la dificultad de definir satisfactoriamente lo que es la
poesía y lo que es el poeta. Por esto, un eminente crítico
contemporaráneo, Dámaso Alonso, dice que la poesía es
un misterio, y se pregunta: “¿La poesía es el pensamiento?
¿Es el ritmo? ¿Es la imagen? Cada uno de estos elementos puede
venir de sitios diferentes; y aun pueden juntarse todos… y la poesía
no concurrir a la cita.”
Con lo dicho hemos querido indicar que Rizal no fue poeta por sus versos,
sino por algo misterioso que hay en sus versos y hace que su lectura ponga
en vibración las fibras de nuestro espíritu. Y es esto misterioso
que hay en sus versos lo que trataremos de descubrir si es posible, o adivinar
al menos. El gran Victor Hugo nos ofrece una ingeniosa y plástica
descripción del verso y la poesía que nos va a servir de cauce
por donde haremos discurrir la humilde fuente de nuestras consideraciones
que nos lleven hacia la revelación del misterio de la poesía
de Rizal.
“La abeja, dice el famoso poeta y novelista francés, construye
artísticamente de cera los seis lados de su alvéolo y después
lo llena de miel. El alvéolo es el verso, la miel es la
poesía.” En el fondo, estas palabras de Victor Hugo coinciden
con las de Dámaso Alonso, e indican la diferencia entre poesía
y verso. Sin embargo, debemos notar que, no obstante lo ingenioso de la
definición citada, ésta no puede ser exactamente aplicada a
la función poética. En la operación del poeta o del
que está componiendo versos, no puede haber un
“después”. La composición de los versos y la
producción de la poesía han de ser simultáneas, cuando
hay realmente poesía. Pueden quedar construídos
artísticamente los versos, pero sin poesía. Pueden existir
los alvéolos, pero vacíos de miel. Y el compositor no tiene
el recurso de llenarlos de miel. No le queda otro remedio que destruir o
desechar los versos.
Al estudiar las obras en verso de Rizal, vamos a tener que fijarnos antes
en sus alvéolos, para tratar luego de descubrir la miel. Mas debemos
advertir que no haremos un estudio particular de cada composición
sino del conjunto de las composiciones en verso de nuestro Héroe.
Excluyendo dos trabajos en verso tagalo, no pasan de treinta y seis las
composiciones en verso castellano que aparecen en la colección compilada
y editada, bajo auspicios oficiales, por el Sr. De Veyra. Y de dichas
composiciones excluimos provisionalmente una de cuya autenticidad como obra
de Rizal dudamos todavía.* (*Los versos “A Josefina”. Quedamos,
pues, en que son treinta y cinco solamente las poesías rizalinas.
La primera brotó del numen del Héroe cuando ya estudiaba en
el Ateneo. Parece insuficiente ese número de poesías para
inmortalizar a su autor. Pero no debe sorprender. Relativamente pocas son
las poesías de Bécquer, y, sin embargo, éste ya tiene
sitio perpetuo en el Parnaso Español. En cuanto a Rizal, no sería
aventurado afirmar que su fama de poeta se sustenta solo sobre unas cuantas
composiociones, entre ellas las galardonadas y cuya inspiración
coincidió con la estancia del autor en nuesta Universidad, * (*La
de Santo Tomás.) como alumno de Filosofía y Letras y de Medecina.
Para la inmensa mayoría, quizá, el renombre poético
de Rizal está vinculado solo con el Ultimo Adiós. En cerca
de veintiún años que median desde la primera hasta la última
poesía, no produjo más que treinta y cinco. Por esto no sorprende
que el ilustre compilador se hiciera esta pregunta: “Si era poeta de
toda la vida, ¿cómo es que había cantado pocas veces?”
Más adelante intentaremos una explicación.
Repasando las poesías rizalinas, encontraremos que ni sus versos ni
sus estrofas ofrecen ninguna novedad que atraiga la atención. Son
versos y estrofas corrientes en su época: versos de cuatro, cinco,
siete, ocho, diez, once y catorce sílabas, predominando los
octosílabos y endecasílabos, los más usados en la
métrica hispana. Y es de notar que solamente los dos últimos
poemas, Mi Retiro y Ultimo Adiós están compuestos en alejandrinos,
que no eran ni son muy frecuentes entre los versificadores españoles,
aunque sí lo fueran y lo sean entre los versificadores hispanoamericanos.
En cuanto a las combinaciones de versos o estrofas, éstas son igualmente
las que había aprendido en las aulas del Ateneo y en los modelos que
en ellas se ofrecían, o sea, redondillas, cuartetos con el último
verso pentasílabo, octvillas de ocho o cinco sílabas, romances,
cuartetos serventesios, romance heroico, silvas, octavas reales, liras,
décimas o espinelas, cuartetos con asonancia aguda, cuartetas
heptasílabas y decasílabas con asonantes agudos, cuartetos
endecasílabos propios o sáficos, quintillas, sextinas de diez
sílabas, combinación de endecasílabas semejante a la
octavilla, y sonetos, solo dos sonetos, lo cual es sorprendente, puesto que
el soneto, ya como estrofa ya como composición poetíca, es
muy frecuentemente usado por los que versifican en castellano. Como decimos,
nada de extraordinario hay en los versos ni en las estrofas de Rizal.
Y ¿qué decir de los otros lados del alvéolo: los pensamientos
y las imágenes? Tampoco ofrecen unos y otras novedad digna de
consideración. Son los pensamientos prevalecientes, en general, en
las composiciones de los poetas de la época de Rizal y brotados de
la tématica común de aquellos portaliras, como son la familia,
la patria y la religión; tématica que, según observa
el poeta y crítico moderno Luis Cernuda, había de ser abandonada
enteramente por la siguiente promoción de la poesía española,
por lo que Unamuno se propuso revivirla en su obra poetíca. En cuanto
a las imágenes, eran éstas las de la época romántica,
cuando Zorilla, Nuñez de Arce, Bécquer y el famoso autor de
las Décimas al 2 de Mayo, López García atraían
la admiración pública. De las frases poetícas rizalinas,
excluyendo, por supuesto, las del Ultimo Adiós, sólo se repite
la aplicada a la juventud, “bella esperanza de la Patria mía.”
Por lo que queda expuesto, no debe sorprender que se haya dicho que Apóstol
y Guerrero eran superiores a Rizal; y es porque se compararon solamente los
alvéolos y no la miel contenida en ellos, y, naturalmente, encontraron,
como no podía menos de ser, que los construidos por Apóstol
y Guerrero son más artísticos, más pulidos. Pero, como
ya dimos a entender citando las palabras de Dámaso Alonso, los versos
no son la poesía y, por consiguiente, no se puede afirmar sin reservas
que Apóstol y Guerrero superaron a Rizal. Como versificadores sí;
pero no como poetas. Como poeta Rizal es tan grande como ambos, sino más
que ambos. Que Rizal pudo haber llegado a la perfección que alcanzaron
Apóstol y Guerrero, si, como éstos, hubiese cultivado la
poesía como arte, parece que no puede ponerse en duda, teniendo en
cuenta sus dotes de inteligencia y su preparación académica,
superior quizá a la de otros. Rizal como Apóstol, Guerrero,
Balmori, Bernabé y Recto, nació con vocación poetíca;
pero no se entregó a ella, por haber dedicado su vida entera a la
Patria.
Rizal, a nuestro juicio, componía versos no por el placer de componerlos,
sino porque en ellos encontraba la expresión más adecuada,
más feliz, de los más íntimos sentimientos de su
corazón. Si era poeta, lo era siempre por la musa Filipinas. Por eso
vemos que en casi todas sus composiciones en verso, aun aquellas que no tienen
relación con el tema de la patria, siempre se encuentra un pensamiento
o un sentimiento expresivo de su ideal patriotíco o nacionalista.
Lo dicho, sin embargo, no explica aún por qué la poesía
de Rizal es tan buena miel como la de las poesías de nuestros poetas
mayores ya citados. No revela el misterio de su poesía.
¿Estaría el misterio en su sinceridad? Asi nos inclinamos a pensarlo.
La sinceridad de Rizal nos parece evidente en todas sus composiciones en
verso. Una sinceridad real, no imaginada o artística. Lo artístico,
por su brillantez, deslumbra y hasta encanta; pero lo real conmueve, impresiona
con más fuerza. Puede admitirse que en nunguna composición
poetíca falta de sinceridad. Pero esta sinceridad puede ser verdadera,
diríamos interna; y también imaginaria, provocada o creada,
venida de fuera, por el esfuerzo del poeta ante el objeto o el tema de su
poesía. La sinceridad poetíca de Rizal era viva, con vida propia,
porque brotaba de la vida misma del Héroe. Por esto sus versos conmueven
y conmoverán siempre el corazón de todo filipino amante de
su patria.
Por otra parte, la parquedad de la producción poetíca de Rizal
puede tener su razón en que, como hemos insinuado, él se entregaba
a la composición de versos, se echaba en los brazos de la Poesía,
sólo para dar descanso a su espíritu, para aliviarlo del dolor
que le producían las flaquezas de los hombres y las fealdades de la
vida. En los momentos breves y dilatados entre sí, en los cuales
escribía versos, diríase que se miraba a sí mismo, o
contemplaba su propio corazón donde se habían filtrado los
más delicados sentimientos de su niñez y su adolescencia. Por
esto notaréis que en ninguna de sus poesías hay nada que pueda
herir nuestro sentimiento religioso. Cuando no pudo evitar su indignación
o su resentimiento y sintió que debía expresarlos se valió
de la "acre prosa". Sólo en tal prosa acre vertió sus heterodoxias.
El verso fue siempre el artístico ropaje de sus ideas y sentimientos
de Dios, patria y familia.
Concluimos expresando nuestra opinión de que Rizal no sólo
fue poeta, sino, en cierto sentido, el mayor de nuestros poetas, por la identidad
completa entre su vida y su poesía. Por eso Rizal es nuestro poeta
clásico, por haber iniciado nuestra tradición poetíca,
por haber dado orientación a la poesía filipina, de tal manera
que cuando ésta quiere ser auténtica, cuando pretende reflejar
los latidos del alma filipina, tiene que expresarse como lo hizo Rizal,
inspirándose en la temática de familia, patria y religión,
que forman la miel de su poesía, ofrecida a las generaciones filipinas
en el panal del clásico verso castellano.
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RIZAL Y LA MASONERÍA
Guillermo Gómez Rivera (Academia Filipina de la Lengua)
El trasfondo que llamamos político-conflictivo que,los que seguimos con nociones
de español, que más o menos conocemos, es la lucha entre la masonería y los frailes.
O mejor dicho, entre Charleston (en Estados Unidos) y Roma. Y esa lucha fue llevada,
muy de lleno, a las islas Filipinas tanto por los masones españoles
del Gran Oriente Español como por los mismos frailes igualmente
españoles.
El Gran Oriente Español era la logia creada por los masones usenses
e ingleses para reclutar a españoles y aquí podría estar el quid de todo
el problema que afrontamos. La lucha en España entre el clero español,
que incluye las órdenes religiosas en Filipinas, y la masonería representada
por Primo Miguel de Morayta, Joaquín Pardo de Tavera, Antonio y Manuel
Regidor, el Gobernandor General Rafael de Izquierdo, es un trasfondo
histórico que casi nunca se trata con el debido detenimiento y trasparencia
desde que inauguramos la “educación bilingüe en inglés” impuesta por los usenses.
Es por eso que cuando Rafael de Izqueirdo, masón del grado 33, mandaba
ejecutar por garrote vil a los tres sacerdotes católicos, Gómez,Burgos y Zamora,
culpándoles por el alzamiento caviteño de 1872 mientras tan solamente desterraba
a las Marianas a sus hermanos masones,(de Tavera, los Regidor y tantos otros)
hemos de ver de otra forma “la raíz del martirio” de esos tres sacerdotes que,
oficialmente, se achaca a los españoles en general por parte del
“escolarizado” pinoy de nuestros días.
Con el tiempo, la supuesta maldad de los frailes españoles ya lo olvida
la generalidad de los filipinos católicos, pero no la supuesta maldad
de la generalidad de los españoles como raza, como cultura y como
lengua. Esto quiere decir que si ya se le perdonó al fraile español,
al español de a pie, al lego secular, todavía no se le ha perdonado.
(Vide: “Understanding the Noli” por José S. Arcilla, S.I., Manila, 1995).
Y eso a pesar de que el anterior presidente de España, Felipe
González, puso flores al monumento de Rizal en la Luneta de Manila
y públicamente pidió perdón por la ejecución de José Rizal cuando los
verdaderos ejecutores de este héroe nunca fue España como ley, como pueblo,
como idioma y como cultura.
Los verdaderos culpables son los de Charleston, Atlanta, U.S.A. La
ejecución de Rizal no solamente fue físico sino moral, cultural
y espiritual.
Cómo casi todo lo que luego ocurrió en 1896 empezó primero a darse a conocer
en 1872, el tema del martirio de los tres sacerdotes seculares,a quiénes
José Rizal dedica su segunda novela, El Filibusterismo, merece una segunda mirada.
Ese “martirio” se achaca, oficialmente,a los frailes españoles cuando el autor
del mismo no es ningún fraile.
Rizal les hace la dedicatoria porque su hermano mayor, Paciano, miembro antiguo
de la masonería española en la Manila también española, así se lo contó.
Pero, ni ese cuento sobre los tres sacerdotes martirizados por un Gobernador
General masón en Rafael de Izquerdo, había descontado el españolismo de Rizal
porque bien estaría consciente de su ciudadanía española por virtud de las
constituciones democráticas de Cádiz en 1912, 1923 y hasta 1930.
Así que si Rizal era asimilacionista, lo que quería era ni más ni menos educar
en español a sus compatriotas indígenas para que entiendan las leyes que tenían
que seguir puesto que, en sus palabras, dijo, “por la educación recibe lustre la patria”.
Y su españolismo tradicional (es decir, católico, de derechas si vale) se puede
también entrever en los versos que escribió,durante el mismo año de 1875, en honor
del navegante Sebastián Elcano, por ser el primero en circumnavegar el globo terráqueo,
y en honor del Capitán Urbiztondo, por la exitosa conquista del sultanato
moro de Joló.
El joven poeta Rizal cantó a una victoria española como lo cantaría cualquier joven
español de su tiempo:
Ocho baluartes se rinden
de los mores joloanos
al fiero estruendo de Marte
y de Urbistondo el estrago…
¡Ah! ¡Son ellos noble España,
Cual los héroes de Lepanto!
¡Son ellos los que en Pavía
Fueron de la guerra rayos!
Pasemos ahora al martirio de José Rizal.
Pues bien. Rizal se hizo Masón. Su hermano Paciano se encargó de instruirle
en los principios de la Masonería. Los masones como Morayta, los Regidor y
los Pardo de Tavera, eran los que le llevaron al universitario Rizal a Madrid
para que allí escriba en contra de los frailes en el quincenario La Solidaridad
y para que también escriba sus novelas. Y se lo llevaron sin el conocimiento de
sus propios padres y cuando le faltaba un año más para terminar su carrera de medicina. ( Vide:“Rizal and UST”, F.Villaroel, O.P., Manila, 1984.)
¿Quiénes entonces costearon el viaje a, y la estancia en, España de José Rizal
además del anillo que su hermana Narcisa le dió y los P35 pesos al mes que su hermano Paciano le prometió girar de cuando en cuando? (Vide: The Greatest Filipino, por Rolando de la Goza, CM, Manila, 1980).
Es claro que con solamente esa cantidad no podría vivir en Madrid además de estudiar
en la Universidad Central donde tenía al eminente Miguel de Morayta como su mentor.(Op.Cit.) Está claro que como cualquier otro ciudadano, o súbdito,español, José Rizal, por influencia de su hermano Paciano con quién hasta hizo un pacto celebático, tomó una postura en el conflicto entre frailes y masones.
Y tomó la postura de los segundos por el que, al enterarse los frailes dominicos,
dueños que eran de las tierras de Calamba que dieron en arriendo a sus padres,
optaron por deshauciarlos puesto que bien informados estaban de la encíclica “Humanum Genus” del Papa Leon Trece,
expedida el 20 de abril de 1884, además de otra encíclica anterior “In Aeternum Patris”,
que abiertamente condenaban lo que ellos conceptuaban era, y es, la Masonería.
La revista “Cabletow” de la actual gran logia de “Philippines” nos dice, por otro lado, lo que sigue:
“He (José Rizal), belonged to a highly Masonic family
and practiced his masonry both inside and outside the lodge.
In fact, his family was regarded as one of the most masonic
families in the Philippines.” ( David J. Roads, PhD, HON GBB,
P SUB DGM (SC)CABLETOW, Page 41, Vol. 63, No. 3, Sept.-Oct. 1987,
Plaridel Masonic Temple, Manila).
[Él (José Rizal) pertenecía a una familia altamente masónica y
practicaba su masonería dentro y fuera de la logia. De hecho,
su familia estaba considerada como una de las familias más masónicas
de Filipinas.] (Traducción nuestra).
Pero, con la supresión que se tuvo que hacer de La Solidaridad,por la suspensión de la subvención pecuniaria, que provenía de contribuyentes masones, (tanto de la península como de las islas), José Rizal se vió trasladado a París juntamente con los hermanos Luna y otros masones isleños, donde se reunían con mucha frecuencia en el piso de los Pardo de Tavera y tenían de visita a Regidor que, en ese tiempo, ya residía en Londres.
En resumidas cuentas, los anteriormente exilados a las Marianas (Pardo de Tavera y Regidor), por maniobra de su hermano masón en el Gobernador General Rafael de Izquierdo, muy facilmente se escaparon y lograron establecerse “muy cómodamente” en Paris y Londres, “mientras pagaban por el crimen de éstos” los tres mencionados sacerdotes.
Rafael de Izquierdo, como la justicia lo requería, debía haber mandado al garrote vil a dichos exilados en vez de los tres sacerdotes inocentes. Pero, así no lo hizo.
Los desterró a los verdaderos culpables del motín caviteño de 1872 a las Marianas
para salvarles la vida por ser hermanos masones. Y, como no era ningún secreto la guerra entre masones y frailes españoles, Rafael de Izquierdo no tuvo ningún inconveniente en mandarles ejecutar a los tres sacerdotes por garrote vil.
El resultado de ese suceso en la actualidad, es que los católicos filipinos por lo general tampoco culpan a los frailes, aunque así se enseñe oficialmente en el sistema educativo en inglés dirigido por masones y protestantes usenses y sus cipayos en estas islas. Esperemos, en ese caso, que es lo que pasará luego cuando se enteren los muy católicos filipinos de hoy que el Gobernador General Rafael de Izquierdo era masón del grado 33.
Continuemos con la trayectoria europea de Rizal. Ahora, todos sabemos que después de que el pintor Juan Luna haya matado a tiros (en París)a su suegra y esposa por ciertas desavenencias con relación a la propuesta venta de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a los Estados Unidos por US$300 millones, José Rizal volvió a Madrid. (Vide: Carta-relación de Soledad Vital, luego segunda esposa y viuda de Juan Luna, Iloilo, 1952).
Una vez en Madrid, Rizal tuvo una riña con su paisano, Pedro Serrano Laktaw, masón del grado 33. Rizal le dijo a Serrano Laktaw que él se daba de baja de la Masonería. (Vide: “Defensa Pro-Vita Sua” en el libro: Rizal’s Unfading Glory, por Antonio Cavana, CM). El pertinente texto dice en su traducción inglesa lo que sigue:
“In his DEFENSA which Dr. Rizal wrote for the use of his defender, Don
Luis Taviel de Andrade, dated December 12, 1896, we read the following
declaration from Dr. Rizal himself: “It is false that I have ordered
Pedro Serrano (Laktaw) to introduce Masonry in the Philippines. Serrano was
of a higher degree than I in Masonry. I did not go beyond the 3rd Degree,
while Serrano had the 30th or 33rd degree. This can be proved by the letter
he sent me afterwards when I was in HongKong, the letter which is included
in the proceedings and in which he appoints me “Venerable” as if
it were to grant me a great title. Supposiing I were the chief, how can it
be explained that an inferior bestows rank on the Commander-in-Chief? That
letter proves the falsehood of the statement . Besides, at our parting in
Europe, Serrano and I were definitely antagonistic to each other. I left
Madrid in Janaury/ February of 1891 and from that time I ceased to write
and I no longer took any part in the politics of La Solidaridad. And, I severed
my connections with Masonry. ---José Rizal (Vide: Jesús
Ma. Cavanna’s, Rizal’s Unfading Glory, part II, pp. 52-53)
El dato sobre la venta de las tres provincias de ultramar también se menciona en un episodio de la serie de TVE sobre “El 92” pero no se menciona en ningún texto en inglés que hable sobre la vida y escritos de José Rizal.
Rizal se daba de baja de la masonería porque no estaba conforme, según doña Soledad Vital de Luna, con la propuesta venta de Filipinas a Estados Unidos por US$30 millones. Tanto amaba Rizal a su tierra natal que le disgustó sobre manera la propuesta masónica de venderla a los Estados Unidos (con Cuba y Puerto Rico). Junto a esta desavenencia con Serrano Laktaw viene el ofrecimiento, por parte de Rizal, de sus servicios como médico al ejército español que luchaba contra la “insurrección de los masones cubanos” contra su madre patria,España.
Y este rechazo por parte de Rizal es la causa por el que se le fusiló puesto que todos los testigos que se declararon en su contra ante el Consejo de Guerra en Manila, todos los testigos eran masones. Y esto nos lo señala no menos que el gran rizalista, León María Guerrero en su bien documentado libro, The First Filipino (El primer filipino):
“Why should it be so strange then for Rizal to “abhor” Masonry as a society when he had in fact already left it four years before (Even Rafael Palma seems resigned to accept it.)? Rizal apparently had no great love for Masons; he had quarrelled with Marcelo H. del Pilar and Pedro Serrano Laktaw, AND AT HIS TRIAL, X X X,
MASONS HAD TESTIFIED AGAINST HIM, AMONG THEM Pedro SERRANO LAKTAW, Timoteo PÁEZ,
MOISES SALVADOR, JOSÉ DIZON and ANTONIO SALAZAR (Emphasis, ours. Page 531, Leon María Guerrero, The First Filipino). Estos datos, puestos en orden, apuntan muy claramente quiénes mandaron,de hecho, fusilar al Dr. José Rizal, valiéndose, desde luego, de la maquinaria adminstrativa del entonces gobierno español en Filipinas.
Y los masones de mente esclarecida no han de enfadarse, si sacamos a luz lo que usualmente se calla en los libros de texto sobre historia filipina y sobre Rizal en el actual sistema de “educación” en Filipinas donde no se tolera, dentro de lo posible, la enseñanza regular ni cabal del idioma del mismo Rizal, (el idioma español).Después de todo, la masonería ha aportado para un gran sector del mundo el conocimiento de muchas libertades. Y si la masonería es un mal, pues, como dijera el refrán: “tampoco hay mal que por bien no venga”.
Hablando imparcialmente, ha sido, después de todo, un verdadero acierto,por parte de la actual Philippine Masonry, la reciente ubicación que nos hizo de un reloj, bien grande y bonito, delante del monumento de José Rizal en el famoso paseo de la Luneta de Manila.
Lo importante para la historia filipina, y para el mismo Rizal, es esta pública admisión y reconocimiento, por parte de los mismos masones, de su decisiva intervención en partes vitales de la historia de Filipinas, sean positivas o negativas. Siquiera nos enteramos que no han sido tan solamente los frailes los que jugaron un papel importante en la historia de este país.
También la jugaron con igual, o más importancia, los masones y la Masonería. Y es sobre este hecho por las que esas dos lápidas junto a ese relój masónico cobran su importancia y su verdadero significado. A saber: “This memorial clock is the capstone on a century of Philippine Masonry and on the centennial of its highest achievements, the Phiilippine Revolution, the Philippine war of independence and the first Republic in Asia whose fighting standards carried the symbols of the Craft: the triangle, the sunburst and the golden eye – perfection, light and wisdom. Enrique L. Locsín. Centennial Grand Master, 1998.”
(Este memorial en forma de este relój es la albardilla sobre
un siglo de Masonería filipina y sobre el centenario de sus más
altos logros, la revolución filipino, la guerra filipina de
independencia y la primera República en Asia cuyos estandartes de
lucha llevaron los simbolos del Oficio: el triángulo, el resplandor
solar y el ojo de oro, ----perfeción, luz y sabiduría.)
“The successful Revolution of 1896 was Masonically inspired, Masonically led,
and Masonically executed, and I venture to say that the First Philippine Republic
of which I was its humble President, was an achievement we owe, largely to Masonry
and the Masons. --Emilio Aguinaldo y Famy.”
(La exitosa revolución de 1896 fue masónicamente inspirada,
masónicamente acaudillada y masónicamente puesta en ejecución, y me
aventuro en decir que la primera República Filipina de la que fui su
humilde Presdiente, fue un triunfo que debemos en gran parte a la
Masonería y a los masones.--Emilio Aguinaldo y Famy)
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Reseña: José Rizal and the University of Santo Tomás, por Fidel Villarroel,O.P.Manila:University of Santo Tomás Press,1984.314 p.
Manuel García Castellón (University of New Orleans)
El libro de Villarroel quiere mostrar el curso de las relaciones entre entre Jose Rizal y la Orden Dominica, en especial en lo concerniente a la Universidad de Santo Tomás. A fin de reconciliar al héroe nacional con la buena imagen de la institución univesitaria, el autor comienza apuntando la posible influencia de Paciano Rizal respecto al anticlericalismo de José, su hermano menor. Para Villarroel, Rizal por sí mismo no tendría razones para haber engendrado la aversión anti-dominica que marcó su sino de novelista y mártir. Paciano, en cambio, ha vivido en casa del célebre Padre Burgos, defensor de los derechos del clero filipino y ejecutado por los españoles en 1872.
Con todo, Villarroel (dominico él mismo) no parece aceptar la posibilidad que Paciano, por haber simpatizado con Burgos y sus ideales, fuese represaliado en la universidad, y por consiguiente, influir posteriormente en su hermano José en cuanto al rechazo del régimen clerical de Filipinas. Tampoco parece bastarle el propio testimonio de José Rizal quien diría en sus Memorias de un estudiante que su hermano Paciano tuvo que dejar la Universidad por ser liberal, haber vivido con Burgos y, por consiguiente, merecer la censura de los frailes. No aclara las razones por las que, en 1872, año de la ejecución de los PP. Burgos, Gómez, y Zamora, la mitad de los estudiantes de Leyes de Santo Tomás, "Paciano entre ellos", no se presentan a examen. Por nuestra parte, nos permitmos colegir una represalia general al grupo de los escolares ilustrados y solidarios con los ejecutados sacerdotes, o al menos una espantada de protesta frente al clerical claustro.
Villarroel hace notar en el cap. 2 que la prosperidad alcanzada por la famiia Rizal se debe a su buena relación con los dominicos quienes arriendan a aquellas fértiles tierras de Calamba. Pasa revista la brillante ida escolar de Rizal durante sus años de alumno en el Ateneo, y finaliza diciendo que la institución aun dirigido por los PP.Jesuitas estaba en último término bajo juridicción de la Universidad de Santo Tomás. Son, pues, dominicos quienes establecen el curriculum escolar y quienes finalmente examinan a los candidatos para otorgarles el título de Bachiller en Artes.
El cap. 3 constituye una apasionada defensa del tomismo a lo largo de su historia. Se lamenta de que Rizal, en sus Memorias de un estudiante, no aluda a la brillante vida intelectual de la U. de Sto. Tomás en aquellos años. Afirma que el liberalismo filosófico que contaminó a Rizal está constituido por el eerror básico de no reconocer la existencia de Dios. De dicho liberalismo, dice, se deriva la afirmación de las libertades modernas, i.e., de pensamiento, prensa, palabra, enseñanza, conciencia, las que con toda su dignidad y popularidad no son verdaderas libertades a menos que presupongan la existencia de leyes, en definitiva la ley divina (49). Tras recordar las condenas papales no sólo los errores modernistas, sino también ateo, que, como Lacordaire o Lammenais, intentaron casar fe y filosofía atea (49), Villarroel exalta el neo-tomismo de Sanseverino y Sordi y a sus seguidores españoles, y los PP. Jaime Balmes y Ceferino González, este último profesor de filosofía en Santo Tomás de Manila.
Villarroel afirma que el tomismo es filosofía perenne, tradición viva y preogresista capaz de renovarse a sí misma y de asimilar los nuevos descubrimientos de la ciencia. Por tanto, pone en duda la afirmación de Retana cuando éste asegura que aquel imperante tomismo acientífico sólo producía sofoco en un espíritu de ciencia como el de Rizal. Dice en cap. 4 que a apartir de 1840 la Universidad de Sto. Tomás, a instancias del poder peninsular, no para de introducir mejoras, si bien surgían a menudo dificultades al ser aquellos decretos inaplicables a las islas (62). Con ello se refiere sin duda a la resistencia de los dominicos ante los intentos de secularización de la enseñanza por parte de ministros krausistas como Segismundo Moret (hacia 1870) y Manuel Becerra (hacia 1886).
Villarroel, escribiendo en 1984, aquel decreto de Moret tendente a secularizar la Universidad todavía no le parece ni ilustrado, ni progresista, ni siquiera práctico (63). Más bien ve oportuno que el conservadurismo de Amadeo de Saboya archive el proyecto Moret. Lo que sí se aprovecharía entonces de dicho decreto fue el imperativo de crear facultades de Farmacia y Medicina en la vieja institución dominica, las cuales se abren en 1871. En este sentido, la generación de Rizal es en verdad afortunada, dice el autor, y añade que la creación de aquellas Facultades, aunque urgida por Moret, se debió más bien a exigencias de la misma Universidad y postergadas por los distintos gobiernos. Dice que, a partir de entonces, el doctorado sería requisito para impartir la enseñanza que se enriquece el Museo de Historia Natural con especies disecadas y minerales, y que hacia 1877, el programa de estudios estaba totalmente asimilado al de las Universidades peninsulares. Señala en el cap. 5 que los grados obtenidos en Medicina por Rizal (ingresado en la U. en 1877) no son extraordinarios. Ello se debe a cierta falta de concentración debida a sus múltiples intereses (artísticos, literarios, humanísticos, deportivos...), idéntica tendencia cuando se transfiera a la Universidad de Madrid.
El cap. 6 habla de los primeros amores, de las pensiones estudiantiles, de la presidencia por parte de Rizal de una sociedad secreta juvenil, prefigurando lo que ocurriría años después con la Liga Filipina. Trata el cap. 7 de la actividad política de Rizal. Aprende retórica en el Ateneo con el P. Francisco de Paula Sánchez, S.J. Sus primeras composiciones son las propias de cualquier joven patriota español, con alabanzas a Colón y Elcano, por ejemplo. Maneja con soltura estrofas y metros, dejándose influir por toda una gama de vates españoles, desde los renacentistas cual Garcilaso a los post-románticos cual José Selgas y Espronceda. De la poca tomasina de Rizal quedan siete poemas, entre los que descuella A la juventuda filipina, escrito en diez correctas liras, y donde la expresión Patria mía es ambigua, i.e., si referida a Filipinas o la España imperial.
Analiza el cap. 8 el modo y la razón del viaje de Rizal a la Península en 1882. Según su propio diario, el joven decide marchar sin anunciarlo a los padres. Su hisorial académico va reguñarmente expedido y firmado por el Secretario General de la Universidad filipina. Villarroel summariza las razones hasta la fecha dadas por distintos autores para la súbita partida de Rizal: deseo de ampliar conocimientos, por insatisfacción con lo que entonces podía adquirirse en Sto. Tomás; rumores de que estaba en la lista negra del Gobernador; animosidad por parte de algunos profesores, etc.Villarroel, siempre protector de la buena imagen de la Universidad, descarta un supuesto disgusto de Rizal por trato injusto de la Universidad, pues fue en la de Madrid, y no en la de Sto. Tomás de Manila, donde en realidad se quejó Rizal de sus malas notas (171). Más bien deja la universidad dominica sin sentimientos, incluso contra el parecer de aquellos profesores dominicos que se preocupaban por él (173). Se cita también la enigmática recomendación de Paciano, quien dice a José que se encamine a España no tanto para perfeccionarse en Medicina cuanto para que se dedique a aquellas cosas para las que tiene más inclinación. Descartado también un disgusto con los dominicos arrendatarios de la finca familiar, para quienes Paciano, en una carta a José, pide les muestre amabilidad y reconocimiento, ya que han dispensado importantes favores a la familia.
En el cap.9 se cuenta que, sin mucho entusiasmo, Rizal anuncia a los suyos que por fin es médico por la Facultad de San Carlos de Madrid. Más interesado parece en sus posteriores estudios de Filosofía y Letras, con calificaciones brillantes. Entretanto, asistimos al desarrollo de los sentimientos patrióticos de Rizal. Para Villarroel, será la educación universitaria recibida en Manila que provea a Rizal de bases intelectuales para su futura evolución nacionalista, transmitida luego a toda Filipinas en una revolución nacional que se adelanta en medio siglo a la de cualquier otra colonia europea de Asia.
Villarroel también reconoce a Rizal de haber sido el lider intelectual del grupo de estudiantes filipinos de Madrid, sacándolos de su marasmo de dandies exóticos y perezosos al instilar en ellos los primeros ideales de nacionalismo y regeneración individual y nacional. La noticia de su encendido y espontáneo discurso de tono emancipante, con motivo de la concesión de galardones a los pintores filipinos Luna e Hidalgo, causa revuelo e inquietud en Filipinas, según le comunica su hermano Paciano. Entre tanto, la Sra. Rizal se alarma al saber que su hijo ha dado muestras de abdicar su fe católica.
Lamenta Villarroel que la Universidad de Sto. Tomás no hubiese preparado mejor a sus estudiantes para los desafíos del moderno racionalismo. Por su parte, en la Universidad de Madrid, prima el deismo krausista, doctrina que sin duda alcanza a Rizal a través de sus amigos y mentores Miguel Becerra, ministro de Ultramar, y Miguel Morayta, rector de la Universidad y profesor de historia, ambos krausistas y masones, y favorecedores de la causa secesionista de las colonias.
Rizal, aparte de volteriano, ya es formalmente miembro de la masonería hacia finales de 1880. Para Villarroel, es pues en Europa donde Rizal definitivamente adquiere su mentalidad anti-clerical. Le parece injustas o fuera de lugar las caricaturizaciones que la Orden franciscana sufre en las novelas de Rizal. Observa asimismo que los ataques la Orden dominica son escasos en la primera de sus novelas, Noli me tangere, más bien centrados en dos caracteres que no en la Orden misma. Añade también, y este dato nos parece importante, que las diferencias económicas entre la familia de Rizal y los dominicos terratenientes de Calamba no comienzan hasta después de publicarse la controversia novela. Noli me tangere, juzgada por un comité de censura dominico, es tildada de anticatólica y contraria a los intereses de España. Rizal nunca sería informado de esta censura, la cual es transmitida secretamente por el arzobispo dominico al Gobernador General.
No dice Villarroel que los censores dominicos han actuado como virtuales agentes del sistema colonial. Tampoco ve necesario informar al lector del problema de Calamba, el cual, como es sabido, afectó no sólo a los de Rizal sino a otras familias arrendatarias de la Orden dominica, las cuales hallaron excesiva una subida de exacciones tributarias. No es el propósito de este estudio dar una cobertura completa acerca del problema agrario, sino revisarlo superficialmente, sin intentar dar un juicio sobre el mismo. Rizal, ante el conflicto, eleva una petición al gobierno poniendo en duda los títulos de propiedad de los frailes. Le siguen otros varios arrendatarios, quienes son llevados juicio y, por supuesto, lo pierden incluso ante las más altas instancias del poder metropolitano.
Villarroel no reconoce aquí lo que nos parece obvio: que prevaleciese no tanto la justicia cuanto la inmensa influencia monacal. Con todo, al aludir al incidente ocurrido entre las familias agricultoras y sus pecheros, Villarroel utiliza términos que, de paso, no pueden por menos denigrar a Rizal y a su gente. Dice que, con "sus acciones, José deja a su región en un estado de intranquilidad y confusión, tanto social como espiritualmente, causa ello de que los campesinos se nieguen a pagar el justo canón debido a la Orden dominica"(202).
Los dominicos aparecen como agentes de persuasión, mientras que los arrendatarios, en la pintura de Villarroel, con presentados como recalcitrantes. Los agentes de la ley, con 150 soldados, destruyen algunas casas (202) que ni merecen en el nombre de tales (204) para obligar a los aparceros que vaquen las tierras, y que la ejecución de la sentencia fue llevada a cabo sin excesiva crueldad (201). Por implicación, el autor parece sostener que la tierra no pertenece a las familias tagalas que trabajan con su sudor, sino a los frailes españoles, porque estos fuesen incapaces de mostrar válidos títulos de propiedad, y que dicha propiedad sería refrendada años más tarde nada menos que por la justicia de William H. Taft, primer Gobernador Civil norteamericano de las islas (203).
Así se refiere Villarroel la componenda de Taft, buen político en cuanto a apaciguar a aquellos frailes españoles que todavía ejercían influencia en los estamentos sociales altos. Dice asimismo Villarroel que las subidas de arriendo juzgadas usurarias por los arrendatarios estaban justificadas, y que la falta de pago se debía a que éstos se jugaban el dinero en casa de la hermana de Rizal, virtual garito (203). Le parece absolutamente cierto que Rizal manipulara el incidente ocurrido entre las familias con los frailes para hacer avanzar su causa independista (203).
El cap. 10 está dedicado a la Univesidad, según pintada ésta en la novela El Filibusterismo. Rizal, que escribe su segunda novela incentivado por el éxito de la primera, experimenta al tiempo no sólo graves dificultades económicas (tanto personales como familiares), desplazamientos internacionales -- Londrés, París, Bruselas, Madrid--y sobre todo la gradación de su pensamiento hacias posturas más radicales y revolucionarias respecto a Filipinas y su futuro. Según Villarroel, el hecho de que Rizal haga de la Universidad de Santo Tomás uno de los temas parciales de El Filibusterismo puede deberse al hecho de que los dominicos estaban empeñados en un litigio legal con la familia de Rizal (211), y no por experiencia negativa alguna durante los años estudiantiles de Rizal (243). Más bien, el compromiso adquirido por el autor de satisface a una audiencia cada vez más radical, le obliga a descreditar el gobierno colonial y los institutos religiosos, lo cual logra con todas las armas entonces disponibles para un racionalista liberal decimono (243).
De paso, Villarroel, acertadamente apunta que, Noli me tangere procura una lectura más fácil debido a su acción y moción, y su ironía volteriana. El Filibusterismo es obra más reflexiva, discursiva y dialéctica; que el Noli se escribió bajo la vana ilusión de que la asimilación de España era todavía posible; en El Fili, en cambio, se abandona tal ilusión y se crea una atmósfera de revolución y cisma político. Ibarra, héroe del Noli, sueña con edificar una escuela, mientras que Simoun,siniestro protagonista del Fili, es un anarquista que piensa reducir a cenizas el orden existente, demolerlo todo a base de dinamita y bombas (ibid).
Los personajes abyectos del Fili son, ante todo, los Dominicos dueños de la hacienda de Calamba y gestores de la Universidad manilense. Son ellos los que, con sus arbitrarias elevaciones de tasas y su acoso acreedor provocan la revuelta y obligan al arrendatario Cabesang Tales a unirse a una partida de tulisanes bandidos rurales. Con buen criterio literario, Villarroel halla intertextualidades del lopesco Fuenteovejuna en el episodio del crimen de uno de los exactores de impuestos.
Respecto a los personajes estudiantiles de Isagani, Basilio, Makaraig, Pecson, Plácido, el mismo Simoun...todos ellos son trasuntos de distintas facetas del mismo Rizal en cuanto testimonio y víctima de las arbitrariedades de los frailes y del falso orden colonial; Sandoval, peninsular liberal y solidario de la causa filipina (posiblemente el masón Benigno Quiroga, director por breve tiempo de la Administración Civil filipina); Tadeo y Peláez, tipificaciones del estudiante filipino faldero, bebedor, negligente y sin ideología, cuando no verdaderos dúplices que explícitamente sirven al sistema de violencia institucionalizada.
En cuanto a los profesores de Sto. Tomás, Fr. Millón, aun con su mucha indudable ciencia, no se libra de la irracionalidad impuesta por la tradición religiosa, albergando todavía dudas de que la tierra fuese redonda (235); peor aún, pedagógicamente es un desastre y humilla a los estudiantes. Fr. Sibyla, Vicerrector universitario, se opone tenazmente a la creación de una institución de altos estudios de lengua y literatura castellanas. Fr. Fernández es la excepción: profesor de una de las materias médicas, observa un talante científico, abierto, juicioso, amable. Se lamenta Villarroel de que la figura del ficticio P. Fernández (en la que identifica al real P. Fernández Arias, amigo de Rizal y gran profesor) haya sido la menos estudiada por los críticos rizalinos, más preocupados en espigar situaciones de anticlericalismo y anticolonialismo.
Afirma Villarroel en el cap. 11 que el propósito de Rizal, según se advierte en El Fili, es contribuir al fin del dominio español en Filipinas. Para ello se le hace necesario difamar sin ambages a los frailes, toda vez que éstos, con su Universidad, son los fieles garantes del dominio español. Justifica Villarroel la alarma surgida entre el monacato, ya que Rizal publica sus novelas en un momento en que vuelven a mostrarse en Madrid los intentos liberales por secularizar la Universidad filipina. La llegada a Manila en 1887 del nuevo Gobernador Civil José Centeno y del Administrador General Benigno Quiroga, ambos liberales y masones, inquietan más a los regentes universitarios. Ahora es cuando Villarroel admite que la Universidad no poseía la Facultad de Filosofía y Letras ni de Ciencias, y que tanto el Museo de Historia Natural como la Biblioteca estaban pobremente dotados. Por consiguiente, afirma el autor, las novelas de Rizal, así como cualesquiera otros ataques intelectuales concomitantes (vg. reportes anónimos enviados al Ministerio de Ultramar por filipinos filibusteros residentes en la misma Corte) forzosamente activaron una alerta de máximo grado en la institución dominica.
Siempre en defensa de la Universidad, Villarroel dice que la penuria de medios era más bien imputable al Gobierno, tacaño en cuanto a ampliar el presupuesto de la institución y renuente a que ésta pudiese discernir grados doctorales. Sostiene que aun enemigos del liberalismo y decididamente tomistas, los mejores profesores de Santo Tomás (como Del Prado y Fernández Arias) no eran insensibles a los signos del tiempo. Con todo, en sus informes críticos sometidos al Provincialato estos dos dominicos probablemente exageraron las deficiencias de la institución al sugerir su adaptación a las accidentales mudanzas del siglo (249).
En frente de Madrid, la Universidad tiene sus peores detractores entre los jóvenes propagandistas filipinos. Se distingue entre éstos el bicolano Panganiban, quien se había costeado sus estudios iniciales en Manila sirviedo como criado en un convento. Pañganiban, en un artículo publicado en La Solidaridad, órgano del movimiento Propaganda, denuncia la falta de libertades académicas en Santo Tomás; el obligado juramento al ideario del centro; la recluta profesoral no por méritos evidentes u oposición sino por nominación favoritista; la falta de un hospital universitario y laboratorios adecuados. Villarroel concede que Panganiban, viendo las cosas desde la espléndida atalaya europea, no le falta razón en algunos puntos, pero lamenta la ingratitud de quien, habiendo recibido especiales favores (matrícula y pensión a cambio de humillantes servicios domésticos, añade quien esto escribe) fue capaz de olvidar la gratitud debida, dejándose imbuir de la mentalidad liberal masónica una vez se halló en Madrid.
Recuerda el autor-historiador que, ante los rumores de desamortización y destitución de funciones docentes, los frailes se movilizaron, enviando telegramas a las autoridades madrileñas y advirtiéndoles que las reformas previstas por el Ministro Becerra serían funestas para el futuro español de las islas. Una mera fortuna favorece a los religiosos cuando en 1890 cae el gobierno liberal de Sagasta, sucediéndole entonces el conservador Cánovas del Castillo. Esta circunstancia será lamentada por Rizal en las páginas de La Solidaridad. A los frailes no les faltan defensores en Madrid, cual el misterioso Licenciado Valinau (quizá Wenceslao Retana), autor de un ensayo apologético en ocho entregas en el periódico La política española en Filipinas. Este corto periódico de paz gozado por la Universidad termina con la Revolución encabezada por el Katipunan. Esto coincide, en 1896, con la inauguración, por fin, de las facultades de Ciencias y Letras.
Por fin, según el cap. 12, la relación de Rizal y la Universidad de Santo Tomás aparece hasta en las últimas horas del héroe en la tierra. El Padre Nozaleda, antiguo vicerrector de la Universidad, es promovido a Arzobispo de Manila en 1891. Rizal regresa a Filipinas un año después. Desengañado por una serie de reveses--muerte de su amigo Panganiban, enemistad con Del Pilar y Lete, enfrentamiento con Retana--regresa a Manila esperando hacer ahora del archipiélago su teatro de operaciónes subversivas. Empero, inmediatamente es deportado a Dapitan. Desde allí, en una correspondencia mantenida con su amigo el jesuita P. Pastells, deja ver toda su apostasía. Tras cuatro años de confinamiento en Dapitan, a Rizal se le permite dejar las islas y embarcarse para España con ulterior propósito de ir a Cuba como médico de campaña. Desde Barcelona es devuelto a Filipinas bajo nueva acusación de haber instigado la revuelta filipina que estalla en su ausencia. Antes de ser ajusticiado, Rizal abjura ante dos jesuitas del ateismo y de la masonería. Como se sabe, dicha conversión será puesta en duda incluso negada por los primeros biógrafos de Rizal (i.e., Wenceslao Retana y Rafael Palma).
Aparte de los testimonios de dichos jesuitas, al parecer fidedignos, en 1935 se descubre el texto manuscrito de la retracción de Rizal, reconocido por peritos calígrafos. Para Villarroel, el hecho de que los dominicos no se personen en la celda del emplazado no se debe a que éstos se sientan impresentables ante quien tanto abominaba de ellos, sino que el mismo Arzobispo dominico, Fray Bernardino Nozaleda, conocedor de la estima de Rizal por los jesuitas, le despacha un grupo de estos para que le persuadan de retraerse. Los jesuitas llevan un formulario de retracción emitido por el mismo Arzopispo con objeto de que el infeliz lo firme. Permítasenos pensar que el formulario, una vez cumplimentado y firmado, habría constituido todo un trofeo apostólico para Mgr. Nozaleda. Sin embargo, según Villarroel, Rizal no aceptaría el texto de Nozaleda, recurriendo a otro más simple y emitido por los padres jesuitas. Tras la retracción, en la que confiesa hijo de la Iglesia, abjura de la masonería y pide perdón por el posible escándalo que hayan causado sus actos (sic), recibe los Sacramentos y contrae matrimonio canónico con su amante Josephine Bracken. Acto seguido, el 30 de diciembre de 1896, Rizal es ejecutado en Bagumbayan.
Al final del capítulo, Villarroel se hace la siguiente pregunta: "¿Pudo el Arzobispo Nozaleda haber hecho algo más por su estudiante? ¿Pudo haber pedido un indulto para el prisionero?"(285). A nuestro juicio, la pregunta huelga, o la respuesta es simplemente sí. De sobra es conocido el omnímodo poder que detentaba la orden dominica, y máxime a través de un miembro que había alcanzado el solio arzobispal. Villarroel afirma que es el Gobernador Polavieja quien se habría opuesto a toda petición de indulto, toda vez que se creía a Rizal instigador y parte de la Revolución que ya había estallado en varios puntos del país. La muerte de Rizal lo corona de gloria, dice el autor, y años más tarde, la Universidad colocaría a su nombre en el "Arch of the Centuries". Villarroel no dice que tal homenaje sería más bien una medida del más puro populismo, a nuestro parecer, cuando ya hasta los americanos, celosos de una España todavía vista como rival cultural, y a fin de denigrarla como cruel madrastra de Filipinas, habían contribuido a deificar la figura de Rizal ante el pueblo malayo.
A pesar de nuestras disconformidades con el iluste P. Villarroel, creemos que su libro provee una de las más interesantes biografías de Rizal, esta vez bajo el prisma de sus especiales relaciones con la Universidad de Santo Tomás. El tema es de todo punto acertado, y el estudioso de Rizal hallará en estas páginas infinidad de datos hasta entonces inéditos. El autor hace gala de exhaustivo conocimiento sobre la vida y circunstancia del héroe, así como del fondo histórico. El interés en la lectura se muestra a partir del primer capítulo, y jamás decae. Al final, un elegante epílogo resume los puntos principales y pone una vez más de manifiesto la deuda de Rizal con su educación dominica. Por supuesto, prevalece un esprit de corps a lo largo de la narración, es decir, en todo momento, las órdenes religiosas--en especial la dominica--son objeto de apologética y más aún, presentadas como ejemplares y veladoras por la calidad de la enseñanza y la correcta formación de los estudiantes a ellas confiados. Por supuesto, no hay nada parecido a un reconocimiento del carácter heroico de Rizal. Aquí, el único héroe posible del libro del P. Villarroel es la Universidad de Santo Tomás misma, capaz de haber educado a la generación revolucionaria y haberle dado los medios intelectuales (y a Rizal con ella) para contribuir a la génesis de la nacionalidad filipina.
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