viernes, febrero 28, 2014

Esperpéntico

Imagen por Revista Naval.

ESPERPÉNTICO

Cuanto más profundizo en la historia de Filipinas, más consciente me vuelvo de que desde 1898 todo ha sido un fraude. No es cuestión de si se odia o no a los useños -argumento fácil de aquellos que no les interesa ahondar-, sino simplemente apelar a los hechos históricos tal y como han sucedido, apreciándolos con neutralidad valorativa; algo que resulta inaccesible para el ciudadano medio filipino actual, que vive prisionero de los dictados ideológicos perpetuados en su vida social.

Desde la salida de los españoles de Filipinas lo que se produjo fue una invasión en toda regla y en todos los órdenes por parte de EE.UU. Una invasión que comportó engaño hacia los libertadores filipinos, torturas, genocidio, adoctrinamiento, sometimiento riguroso y totalitarismo useño, con una finalidad clara de persecución y aniquilamiento de todo rastro hispano. Recordemos que el totalitarismo se produce cuando todas las esferas de la vida social se configuran engranadas hacia un ideal estatal diseñado por el poder político.

De ese modo, el ciudadano filipino actual es ajeno a su propia identidad histórica porque, fruto del ejercicio del totalitarismo en su vertiente cultural y educativa, se ha instalado en su mentalidad una cortina de falsedades que le imposibilita para entender la propia trama de los hechos, los cuales han repercutido en su mismo adoctrinamiento. Se llega hasta el paradójico drama de idolatrar al que produjo el sometimiento tenaz y no permitir una crítica, aun leve, de sus objetivas actuaciones.

Sin embargo, es curioso contemplar que, hasta en detalles culturales que parecen poco relevantes, los filipinos se parecen más a los hispanoamericanos que a sus vecinos chinos, vietnamitas, malayos, indonesios, o más distantes, australianos y japoneses. Así pues, tenemos un pueblo con alma y vocación hispanas que ha sido deformado para que las reprima y maldiga. ¡Qué contradicción tan esperpéntica!