Foto del Sr. Ofilada, tomada el mes pasado.
Macario Ofilada y Mina (Manila, 1971) es una figura de primer nivel de la cultura filipina.
Es hispanista, estudioso de filosofía y teología, profesor y escritor. Se formó en la Universidad de Santo Tomás de Manila y consiguió un doctorado en filosofía, con matrícula de honor, en la Universidad de Salamanca.
Numerosos son sus títulos: libros, ensayos, artículos y colaboraciones tanto en inglés como en español; siendo especialista de Juan de la Cruz ha publicado el precioso libro San Juan de la Cruz: el sentido experiencial del conocimiento de Dios (Burgos, Monte Carmelo, 2002). Otras publicaciones de tema filosófico son Experience, reality and beauty: from the aesthetics of ontology to the mystagogy of art in metaphysics (UST Press, 2002) y Augustinus, Homo Religiosus: explorations on man's religious & philosophical search (San Agustín Museum, 2005). Al mismo tiempo se ha ocupado de temas filipinos, suyo es el libro Errante golondrina (2003), una bien documentada biografía sobre Josephine Bracken, prometida y secreta esposa del escritor y patriota José Rizal y antepasada del mismo Ofilada; también ha colaborado, entre otros, en la publicación del magnífico libro Fabián de la Rosa and his times (J. B. Vargas Museum, 2007), coordinado por Ana Labrador. Personalidad intelectual relevante de Filipinas, Ofilada ha recibido varios reconocimientos internacionales. Es el miembro más joven de la Academia Filipina de la Lengua. Actualmente reside en Manila y es profesor en el Instituto Cervantes y en otros centros docentes.
Hace poco, Macario Ofilada III nos ha concedido esta entrevista.
AG: Ante todo, quiero agradecerle la disponibilidad por esta entrevista.
Siendo usted miembro de la Academia Filipina, empezaría con una pregunta sobre el castellano en su país. En diciembre de 2007 vuestra presidenta, la sra. Gloria M. Arroyo (que también es miembro de la citada academia), anunció, en Madrid, que en Filipinas se volverá a instaurar la enseñanza obligatoria del español y en su discurso enfatizó el legado común que los filipinos compartís con las demás naciones de habla castellana. Esta idea de reestablecer un papel semi-oficial para el idioma español (como era antes de 1986) y de fomentar el estudio y difusión del mismo, ¿le parece oportuna y factible? ¿Cuáles son las razones que han permitido que se abandonara el español en los años ochenta y cuáles las que ahora provocarían el efecto contrario?
MO: Yo creo que sí, se puede hacer pero no sin mucha dificultad. Y desde luego me parece oportuno. Para mí, el español no debería considerarse una lengua extranjera para los filipinos. El español lo aprendí en casa antes de empezar con el tagalo. Por así decirlo “mamé” en español, gracias sobre todo a mi familia, a la rama materna. No podría comprenderse el alma filipina sin la herencia española. De hecho, me atrevería a decir, un tercio del alma filipina es española. No podemos negar la facticidad histórica. Pero, repito, no va a ser fácil. Hay que tener en cuenta que el español, en Filipinas, nunca ha llegado a ser idioma del pueblo. Los misioneros adoptaron otra metodología: la de aprender las lenguas indígenas. Así se redactaron las primeras gramáticas y los primeros diccionarios de las lenguas filipinas. Y, desafortunadamente, desde aquellos años gloriosos de nacionalismo del siglo XIX, el español se ha identificado como lengua de las clases dirigentes, de los colonizadores, de los frailes que colaboraron con las autoridades civiles en la represión de los indígenas. Por así decirlo el español tuvo mala prensa. Sin embargo, los filipinos en su mayoría, pese a su ignorancia del español o a su aversión a la lengua por ser idioma de los colonizadores, siempre han tenido fascinación por el español. En un país pobre, donde perviven las clases sociales prehispánicas e hispanas, muchos quieren “trepar”; muchos quieren identificarse con la nobleza o la clase alta. El filipino quiere “subir” o “trepar”, esto es, presumir de su sangre española a la vez afirmando que los españoles hicieron incontables maldades o atrocidades durante los cuatro siglos de colonización inmortalizadas sobre todo por las novelas de Rizal, Noli Me Tangere y El Filibusterismo, ambas escritas en español, la lengua franca de la clase media o de la clase intelectual de entonces. Creo que hay una actitud ambivalente con respecto al español. En realidad, el abandono del español comenzó en la década de los 70 con la constitución promulgada por Marcos. Yo creo que esto se debió a razones más bien pragmáticas. El español prácticamente ya había desaparecido y Marcos quería reinventarse o recrearse (y recrear el país) conforme al modelo de la realeza prehispánica (los “Maharlika”). Por eso, desató un proceso de nacionalismo anclado en esta fascinación con el fin pragmático de justificar su régimen. Este proceso de auto-recreación del pueblo continuó en 1986, con la revolución que expulsó a Marcos, y con la constitución promulgada por Aquino en 1987. Los filipinos seguimos con este proceso de descubrir el meollo de nuestra identidad, a la vez nos auto-recreamos, frente a los nuevos retos de globalización, en los que reconocemos, por fin, las ventajas, otra vez pragmáticas o económicas, de aprender el español.
AG: Aunque hoy en día el español se promueva principalmente por razones económicas, ¿piensa usted que el mundo intelectual filipino se da cuenta de la importancia de lo hispano en vuestra cultura e historia? ¿Lo sabe valorar y promocionar y es capaz de sensibilizar la pública opinión sobre este aspecto de vuestra cultura o en cambio sigue siendo un tema totalmente marginal dentro del debate cultural filipino?
MO: Los intelectuales filipinos siempre han tenido en cuenta la importancia de lo hispano. De ello, no cabe duda. Sería otro cantar decir que siempre lo han reconocido explícitamente. Desde siempre, los intelectuales han valorado el español, incluso hasta el punto de estudiarlo o fingir que son descendientes de mestizos de español o que lo hablaban antes en sus domicilios, pero gracias a la formación gringa ya lo han olvidado. Estas excusas me parecen propias de trepadores o mentirosos, que abundan en este país (y que Rizal inmortalizó con el personaje de Dª. Victorina de Espadaña), pero forman parte de lo que yo he denominado “proceso de auto-recreación” dentro del contexto largo y fatigoso de la búsqueda de la identidad nacional.
Sin embargo, la clase intelectual aquí en Filipinas siempre ha sido la “elite”. No son la masa. Aquí yo creo en la tesis orteguiana de la “Rebelión de las Masas” o por lo menos en sus principios básicos. La clase intelectual apenas logra influir al pueblo. Los pocos que verdaderamente saben español entre ellos, que yo sepa, no se han interesado por difundir el español. El español era sólo para ellos. No han deseado que las masas sean “one of us” con la difusión del español. Incluso el Premio Zóbel o la fundación de la Academia Filipina de la Lengua originalmente no eran organismos para el pueblo. Desde su creación, siempre han sido para un grupo exclusivo o selecto, aunque uno de sus ganadores fue el muy “socialista” Blas Ople, Ministro de Trabajo en tiempos de Marcos que no sabía español. Yo le tengo mucho respeto, pero dejó de ser el laborista idealista de antes.
Pero todo esto puede cambiar. De hecho, ya ha habido cambios. Soy optimista al respecto ya que varios de los académicos son también profesores de la lengua española y están en la vanguardia de la difusión del español. Pero la percepción general es que el español es para la elite. Esto es difícil de cambiar. Muchos de mis estudiantes lo estudian porque quieren formar parte de dicha elite.
AG: Como bien acaba de mencionar, una de las instituciones cuya función es el amparo y promoción del idioma, es la Academia Filipina de la Lengua Española. ¿Cuáles son las iniciativas de estudio, investigación, promoción y divulgación de la cultura hispanofilipina, entendida tanto como patrimonio lingüístico, cuanto como corpus literario, que dicha academia pone en acción? ¿Lo que se hace le parece adecuado? y si no, ¿cuáles serían sus propuestas?
MO: Hasta hace poco la academia ha sido un club de intelectuales, de familias bien o de ascendencia española, sin mucha preocupación por la promoción o divulgación de lo hispánico. En su época gloriosa se produjo un cuerpo de obras literarias de alta calidad, pero no era literatura para las masas. Entonces, había pocos profesores de español en la academia. Ahora, más de la mitad son profesores o docentes. Y creo que es ahí donde puede comenzar un giro copernicano. La academia va a ser ahora una academia de pedagogos, de iniciadores, de divulgadores aunque sigue habiendo especialistas de disciplinas “elitistas” como la filosofía, la literatura, las ciencias económicas, la historia, etc. En otras palabras, la academia, a mi entender, se está convirtiendo en un organismo pedagógico aportando nuevos puntos de vista desde los que puede reevaluarse la situación de la lengua española por estos pagos. Con esta nueva perspectiva, muchas cosas podrán llevarse a cabo. Ahora es preciso también tomar medidas concretas. Una de ellas es buscar subvenciones, pues por mucha buena intención que tengas si no recibes apoyo económico estás condenado al fracaso.
AG: Otra institución que nombró antes y que promueve la cultura hispánica entendida como legado autóctono y propio de vuestro pasado es el Premio Zóbel, el premio literario más antiguo del país. Es una institución privada y, como dice usted, se caracterizó por cierto elitismo; sin embargo, ¿piensa usted que puede absolver un papel importante en este proceso de redescubrimiento de la cultura filipina?
MO: Por supuesto. Pero el Premio Zóbel ha cambiado mucho a lo largo del tiempo. Precisemos. De premio literario se ha convertido en premio de hispanidad. Actualmente dista mucho de su intención original. El hecho de que ganara un hombre de letras sin ninguna publicación en español como Blas Ople deja patente esto; o que una ilustre embajadora filipina, con raíces filhispanas, hubiera ganado el premio sin ninguna publicación en español. Esto no era lo que llaman en latín la intentio auctoris. Los tiempos cambian. Hace un par de años, salió un estudio histórico competente sobre este premio, cuya historia está vinculada a la Academia Filipina. Esta obra traza en líneas generales, con tonos siempre positivos y a veces no del todo claros, la evolución del premio. Yo creo que el Premio Zóbel tiene que redefinirse o, mejor dicho, aclararse y despertarse de un letargo bastante largo. Además, es un premio controlado por una familia, identificada con la elite y muy alejada de las masas. Esto hay que reconocerlo. Para un filipino típico, los Zóbel y Ayala son nuestra versión de la familia real española. Hasta ahora se les llama a distinguidos miembros de esta familia con el apelativo respetuoso de “Don” o “Doña” y el filipino típico no sabe que no hace falta ser muy rico para que te llamen “Don” o “Doña”. En español “Don” y “Doña” tienen otro significado. Incluso el pastor de cabras en Calvarrasa de Abajo en Salamanca es un “Don” en cualquier documento legal en el que aparezca su nombre, o el pobre párroco de Caen en los Picos de Europa en León, quien jugaba al parchís con los pastores y agricultores después de comer, era un “Don”. Aunque no soy rico, en español, soy “Don Macario”. Cuando leí la tesis en Salamanca el presidente del tribunal me llamaba “Don Macario” y me hablaba de “usted” y yo también a él durante aquellas cuatro horas que me parecían interminables. Mi título de doctor o de académico de la Academia Filipina lo certifican. En cambio, aquí en Filipinas el uso es distinto. Para el filipino típico lo hispánico es elitista de tal manera que los títulos españoles de cortesía como “Señor” o “Don” aquí sólo se emplean para la elite. No hay manera de cambiar la situación.
AG: El Zóbel surgió y prosperó como premio literario, y como bien afirmó, ha ido perdiendo su caracterización de premio literario. A propósito de las letras hispanofilipinas, después de décadas de un progresivo languidecer que presumía la definitiva muerte, hay que reconocer que actualmente se registran pequeñas señales de vitalidad y renovado interés; esto ocurre justo cuando ya casi no existe una minoría hispanohablante como, diversamente, existía en los 50 y 60. ¿Cómo interpretaría usted esta nueva sensibilidad?
MO: Como ya he dicho, todo eso se debe a esa ambivalencia frente al español. Esta ambivalencia, particularmente con la polarización elite-masa en este país del tercer mundo, pervive. Y gracias, sobre todo, al romanticismo inherente de los filipinos. Nosotros soñamos con los tiempos antiguos, cuando se vivía mejor… en 1986 muchos condenaron a Marcos pero ahora muchos añoran aquellos años de la ley marcial. En 2001 muchos condenaron al entonces presidente Estrada pero con este gobierno que tenemos, muchos añoran esos años. Los filipinos añoramos mucho y es inevitable que nos topemos con lo hispánico en nuestros ensueños utópicos. No se puede negar que los colonizadores españoles nos dieron el sentido de ser un pueblo distinto con una historia en el sentido dinámico. La historia filipina comenzó con la división entre lo prehispánico y lo hispánico. Para mí, lo hispánico supuso la conciencia colectiva de ser una nación con un destino, con muchos retos.
AG: Esta vitalidad de la creación literaria en lengua castellana presenta otro aspecto curioso, muchos de los no numerosos autores que, como usted, cultivan las letras en castellano, aunque vinculados a Filipinas, viven fuera y casi les podríamos definir plumas de la “diáspora”. Autores como Edmundo Farolán Romero, Elizabeth Medina, Edwin Agustín Lozada y Paulina Constancia, han vivido o siguen viviendo en países anglohablantes, sin embargo, curiosamente privilegian la lengua castellana para su expresión artística, ¿cómo explicaría este curioso fenómeno?
MO: Hay un dicho en inglés que más o menos suena en castellano así: “puedes quitar al hombre de su pueblo pero no puedes quitarle el pueblo al hombre”. Además la distancia favorece la objetividad y sobre todo el romanticismo, la añoranza inherente de los filipinos, el deseo utópico, la búsqueda del paraíso perdido o, como dijera Rizal, “nuestro perdido edén”. Rizal, bajo España, añoraba la Filipinas de los tiempos pasados y no de ese período decadente del imperio español que le tocó vivir. A esa generación de Rizal, formada por hombres excepcionales que bebieron de lo hispánico para forjar la primera fase del nacionalismo filipino, le tocó vivir los últimos años del imperio español que, como Roma en su día, estaba ya para caerse. A la vez, cabe recordar a la generación del 98 de pensadores españoles. Éstos coincidían con nuestros nacionalistas del siglo XIX.
AG: Enfocando este tema de la herencia hispánica desde un punto de vista más personal, volvería a lo del principio y quisiera preguntarle algo más sobre la costumbre familiar de hablar el castellano en su hogar.
MO: Como ya queda dicho, aprendí el castellano en casa. Yo sigo hablando con mis tíos en español. Pero mis primos, quienes habían comenzado a hablar en castellano, no lo hablan. Digamos que “Soy el último de Filipinas”, séame permitido emplear el título de una película conocida. Estas nuevas generaciones o estos nuevos profesores de español, muchos de los cuales han llegado a tener un dominio excelente del mismo, ya hablan un español importado. No es el español de estos pagos, cuya raíz era el asentamiento definitivo de los españoles con el Adelantado Miguel López de Legazpi.
AG: Algunas de sus publicaciones están escritas en español evidentemente por razones editoriales y temáticas (como en el caso de los estudios sobre Juan de la Cruz). Sin embargo, usted publicó en español algún – a mi juicio, precioso – poema en castellano y sé que usted tiene en el cajón mucho que merecería salir a la luz. ¿Qué rol y espacio tiene la lengua española en su escritura? ¿Cuáles son los valores sentimentales, afectivos, espirituales que reconoce en esta lengua como para justificar la creación literaria?
MO: Muchas gracias por tus palabras acerca de mi obra poética no muy extendida. Todos mis poemas, incluso los que yo escribí en ingles, fueron pensados primero en español. Por eso puedo decirte sin rubor que todos tienen alma española. Es un reconocimiento de mis orígenes. Yo soy filipino, pero con un tercio del alma que es español. No el español del siglo XX, pero tal vez del siglo XIX, en estas islas, pues yo viví esta cultura que se llama cultura “fil-hispana”. Mejor dicho, soy filhispano. Es ésta la raíz de mi ser de la que ha brotado un vástago complejo adquiriendo muchos registros culturales desde fuera (sobre todo desde la cultura norteamericana) en un diálogo continuo (o incluso dialéctica interminable) con lo prehispánico que pervive envuelto en lo hispánico del siglo XIX. Yo creo que todo esto también se debe a mi espiritualidad personal. Yo rezo en castellano. Hablo con Dios en castellano, a veces en tagalo y sólo le hablo a Dios en inglés en misa o en público. Pero mi coloquio íntimo con Dios siempre es en castellano o en latín. El latín es otra cosa. Lo practico para no olvidarlo. Rezo en castellano para no olvidarme, para no olvidar quién soy yo.
AG: Usted en sus libros se ha ocupado del tema de la cultura filipina entre los siglos XIX y XX como por ejemplo en Errante golondrina o en el libro, a cargo de Ana Labrador, dedicado al pintor filipino Fabián de la Rosa. Tengo la impresión de que hoy en día le falta a la mayoría de sus connacionales (y, por supuesto, me refiero a los que tienen instrucción) una perspectiva histórica que sepa ver, reconocer como propios y apreciar los vestigios (artísticos, literarios, arquitectónicos, etc.) de su reciente pasado, ¿comparte usted esta impresión? ¿Y cómo explicaría esta aptitud de aparente indiferencia?
MO: Estoy totalmente de acuerdo contigo si bien matizaría algunas de tus afirmaciones. Otra vez, volvemos a esa ambivalencia ya mencionada. Muchos historiadores filipinos, por ejemplo, saben que el español es imprescindible para estudiar la historia e identidad filipinas. Yo conozco a muchos de éstos que sólo son capaces de hablar tres o cuatro frases y se acabó. Ellos, en general, tienen una actitud demasiado crítica respecto a la herencia española pero tampoco pueden soslayarla. Por eso, pontifican. Quieren aparentar ser conocedores de lo hispánico aunque no lo son (o por lo menos saben cuatro frases). Quieren justificar su actitud y a la vez esconder sus carencias. Igualmente, aunque no lo quieran reconocer, les fascina lo hispánico. También reconocen que con su falta de formación no pueden penetrar en lo hispánico como los estudiosos que saben español. Siempre escribirán sus historias “desde fuera”, nunca “desde dentro” fingiendo que tienen acceso a lo interior de lo hispánico. Y no lo tienen. No es fácil dar una respuesta nítida a tu pregunta importantísima. Yo por lo menos puedo aludir a esta ambivalencia que tal vez pueda proporcionarnos claves para esclarecer el sentido de la situación que tú describes. De momento, podemos decir, sin titubeos, que la aparente indiferencia es la momentánea resolución o síntesis de las dos antítesis que componen la ambivalencia filipina con respecto a lo hispánico.
AG: Para terminar, y agradeciéndole su amabilidad, no puedo no preguntarle cuáles son sus futuros proyectos y si saldrá pronto un nuevo libro.
MO: Personalmente, prefiero callarme sobre mis futuros proyectos. Desde luego, se necesitarán tiempo, energía y musa. Para derramar ríos de tinta, son necesarios estos tres elementos. El tiempo y la energía se buscan en la soledad y en el descanso, luchando con delirio contra la inevitable caducidad. Pero no se busca a la musa. Ésta te viene, te visita de noche. Para mí, todos mis libros y escritos son noches oscuras interminables. Por eso, me callo. Los guardo bajo la oscuridad. Por sí mismas, contando con la misericordia de Dios, mis noches revelan su verdadera dimensión: una luz oculta en su deponencia hacia los otros en el silencio compartido en la oscuridad.
Andrea Gallo (Venezia, 1974). Licenciado y doctorado por la Università Ca' Foscari de Venecia, DEA de la Universidad de Valladolid, Doctorando de la Universidad de Sevilla. Ha publicado en Rassegna Iberistica, Annali di Ca' Foscari, Cuaderno Internacional de Estudios Humanísticos y Literatura, Humanities, Critica letteraria, Otto/Novecento, Archivi del Nuovo, Forum Italicum, Studi Medievali e Moderni, Tonos Digital, Revista Filipina, www.escritorasypensadoras.es.
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Este artículo fue publicado por primera vez en el sitio web Destiempos. Fue compartido a mi en Facebook por mi amigo Juan Luis García.
10 comentarios:
Opinaré que a los filipinos que conocen el español, poco o mucho, les hace falta generar una cultura hispana o latina. Simplemente, podrás hablar aceptablemente español, de una manera académica, pero, ¿puedes insultar o decir vulgaridades en español? Digo, parece una tontería, pero en el post pasado de boxeo, luego se vieron salir a los visitantes de países hispanoamericanos, lanzando insultos en español, que usan cotidianamente en sus países. ¿Saben mensajear en su celular en español con claves modernas, como se hace en América Latina? Simplemente, he visto a filipinos que hablan español poner carcajadas por escrito: Hahaha, como se reiría un gringo (un usense, dicen allá), en vez de: jajaja, como ríe alguien que habla español. ¿Qué de la música, que es algo tan importante para el espíritu y el alma de un grupo cultural? Yo veo que los filipinos que hablan español, en su vida diaria oyen pura música en inglés, en su carro, en sus audífonos y en sus fiestas, porque no conocen nada de música moderna, de moda en español. ¿Cómo, si en Filipinas no hay radiodifusoras de música actual en español? Cuando piensan en música en español, piensan en música antigua, folklórica, como el flamenco, o Los Panchos, que es muy bonita, pero que no es música para jóvenes, que quieren vivir su hispanidad.
Creo que los filipinos jóvenes que quieren tener una cultura hispana-latina, deben de usar mucho internet, para leer muchos libros electrónicos en español, que no encontrarán en librerias en su país; visitar listas de popularidad musical actual de Latinoamérica y España, para conocer cuales son las modas y tendencias modernas de la música en español, y oír radios en línea en castellano con este mismo fin; es más, ¿porqué no pensar en iniciar una radiodifusora, ya sea en línea o rudimentaria abierta, con música en español de Latinoamérica y España pero pensada y diseñada para filipinos? Sería un muy buen esfuerzo; es necesario leer prensa internacional en castellano en línea, sobre todo articulistas o columnistas, que son intelectuales que se expresan por escrito en un castellano de alta calidad; ver programas de televisión castellanos en línea. Por ejemplo, hace algunos años en Filipinas fueron muy famosas y exitosas las telenovelas mexicanas, como las de la actriz y cantante Thalía, y sin embargo, hoy hay muchísimas telenovelas que se hacen por año en México, Colombia y Venezuela, e incluso entre los hispanoparlantes de Estados Unidos, que no han llegado a Filipinas, que si se transmitieran, por la similitud de culturas, sería un hitazo, un gran éxito de mucha audiencia. Es necesario generar una cultura hispana-latina para jóvenes, adolescentes y niños, y no sólo para adultos y académicos-intelectuales.
El español es una idioma de pobres, ¡Viva el inglés!
Quienes rigen actualmente las modas musicales a nivel mundial son latinos, como el cubano Pitbull, el español Enrique Iglesias, los puertorriqueños Jennifer López y Marc Anthoy, la mexico-americana Selena Gómez, la colombiana Shakira, el puertorriqueño Ricky Martin, y un montón más de cantantes de ascendencia latina, como Christina Aguilera, Mariah Carey, José Feliciano, Santana, etc. Los latinos, los hispanos, son los que están marcando el camino, los tendencias y la moda a nivel mundial en este momento. Eso sin contar con los cantantes hispanoamericanos que venden millones de discos en el continente americano y Europa, y jamás se han interesado en cantar en inglés, pero que son grandes cantantes, verdaderas leyendas.
Estos cantantes que has mencionado son productos de marketing de Hollywood, USA. Hay que tener en cuenta que sea cual sea el lenguage de la canción, la industría discográfica es dominada por los 3 grandes empresas estadounidenses--Warner, Sony, y Universal (que absorbió la britanica EMI)--que controlan el 70% del mercado discográfico mundial. Además, cuando salgas de America Latina, te darás cuenta que la mayoría de las canciones populares sigue siendo en inglés. ¿Has visto las Festivales de la Canción de Eurovisión?
Alguna vez escuché a un filipino decir que si uno aprende español, será entendido por mucha gente, pero que si se habla inglés, te entenderá todo el mundo, porque es el idioma mundial. Pues es sólo en lo oficial, en el papel, porque si tu vas a Latinoamérica, todo un continente, con algunos de los países con mayor extensión territorial y población del mundo, y aunque el inglés es el idioma en que los extranjeros son atendidos por los guías de turistas, el filipino se encontrará con que casi no hay nadie que habla inglés. Tal vez tendrá que hallar uno entre 80 a 100 personas. Y habrá regiones enteras en que no encontrará a nadie. Lo mismo en amplias zonas de Medio y Lejano Oriente y África. En Estados Unidos el inglés está retrocediendo, porque cada vez más personas hablan español ahí. Hay que recordar que casi todo el sur de los Estados Unidos fue de España y luego de México. En todo caso, el chino es el idioma del futuro. Pero la verdad es que, nunca está demás aprender un nuevo idioma, porque ensancha tu horizonte intelectual. Y en el caso de los filipinos, el español está muy ligado a su alma y sus raíces. La mayoría ya hablan el tagalo y hablan inglés, así es que es necesario que ahora aprendan español. Los filipinos en Estados Unidos ya se relacionan en ese país en inglés, y sin embargo, la mayoría de ellos han estado aprendiendo español. Casi todos los filipinos en Estados Unidos hablan español en mayor o menor grado. El hombre más rico del mundo en la actualidad, por encima de Bill Gates y Warren Buffett, es el mexicano Carlos Slim, y habla español, así es que es mentira que el español es un lenguaje de pobres. Es un lenguaje de millones de personas alrededor del mundo, entre los que hay pobres, ricos, multimillonarios y de clase media. De todo. El español no es nada más de España; el español o castellano es idioma de blancos, indígenas, negros y asiáticos. Es un idioma que une a los pueblos latinos-hispanos del mundo.
Excelente entrevista, felicitaciones Pepe Alas por su publicación. Creo que en estas líneas se abordan ya con cierta profundidad el tema del lo hispánico y el devenir del idioma español en el pasado, el presente y con algunas propuestas hacia el futuro. El uso y relación que entablan las elites con el idioma español y la relación de las masas con el mismo idioma. La relación de los intelectuales con el español y lo hispánico. Y el trabajo de la Academia Filipina de la Lengua para divulgar y expandir el español. Otra vez digo ¿cómo podríamos ayudar los que hablamos español y estamos dispuestos a aportar nuestro granito de arena? ¿Crear foros, tutorias, aulas virtuales,? Esta frase me parece impresionante y define, me parece, la actualidad del español y parte del sentir filipino en la actualidad "Rezo en castellano para no olvidarlo, para no olvidarme quien soy yo"(Macario Ofilada)impresionante, lo hispanico es parte del ser filipino.
Es verdad lo que dices Garmiro, que esas tres compañías discográficas son las que mandan en cuanto a música; pero más que norteamericanas, son compañías internacionales, pues tanto Warner, Sony y Universal, tienen un amplísimo catálogo de música en español. Otra cosa es que esa parte del catálogo no se conozca en Filipinas, porque no hay mercado allá para la música en español. Pero hay que saber que el dueño de Sony, Tommy Mottola habla perfecto español, habita buena parte del año en México, donde tiene casa, y está casado con la actriz y cantante mexicana Thalía (la llamada reina de las telenovelas), y en su anterior matrimonio estuvo casado con la también latina Mariah Carey, que lo dejó para andar con Luis Miguel, el máximo cantante en español durante los años 90, que por cierto nunca ha cantado en inglés. Los cantantes mencionados, no son producto del marketing norteamericano, pues Ricky Martin, viene desde niño, con el grupo Menudo, que fue lo máximos durante los años 80 en toda América Latina, y luego que salió empezó su carrera triunfando en México en las telenovelas, y presentándose mucho tiempo en el programa "Siempre en Domingo", que cada semana presentaba a lo mejor de la música de Hispanoamérica. Fue hasta mucho después que hizo el crossover al mercado anglosajón con "Living la Vida Loca", cuando ya era toda una leyenda de la música en español. Cuando Shakira triunfó en inglés, ya era toda una celebridad en España y América Latina por años. Es poco lo que ha grabado en inglés, e incluso las versiones internacionales tienen versión en español, que es la original. Igual Enrique Iglesias, que heredó la fama de su padre Julio Iglesias, quienes tienen una gran carrera en el mercado hispano. A la inversa, Christina Aguilera ha grabado un disco en español, y colaboracioones también en castellano con varios artistas. La supremacía en Filipinas de la música en inglés es algo que no se discute, y que no se puede cambiar de un día para otro; pero sí los que aman el español pueden investigar sobre las tendencias de la música en el idioma que hablan, para así hacer atractiva la cultura hispanoparlante a las nuevas generaciones, en quienes quieren influir. El español no se fue de Puerto Rico, a pesar de ser un estado libre asociado con Estados Unidos, porque ellos nunca estuvieron aislado del mundo hispano; en cambio, Filipinas perdió el español porque por su lejanía quedó aislada del resto del mundo hispano. Hoy eso ya no es un pretexto, pues con la globalización ya nadie está aislado, y quien quiere vivir la experiencia de una cultura hispana latina sólo tiene que sumergirse en internet, y será como si estuviera viviendo en España o Latinoamérica.
Lo que más me ha sorprendido de la entrevista a Macario es cuando manifiesta haber aprendido español en su casa, en Manila, y luego comprobar su edad, ¡nacido en 1971!.
No se cuantos serán los filipinos que aun conservan el español, pero creo que Macario es un ejemplo de que algunos aun son jóvenes, y ello da cierta vitalidad al idioma.
Saludos.
No es sorprendente que sea aún bastante joven Macario y que conserve el castellano que aprendió en el hogar porque conozco a algunas familias de habla española cuyos hijos nacieron en los años setenta y aprendieron el idioma en su casa. Sin embargo, hay que notar lo que Macario mismo ha dicho, que ya es el "último" de su generación en hablar cotidianamente el español, pues sus primos que son de su misma franja de edades ya han dejado la lengua cervantina a favor del inglés. La verdad es que hay muchos otros factores por los que los descendientes de familias filhispanas ya no conservan el castellano. Es por la influencia del tagalo o del inglés que son las lenguas que habla la gente fuera del hogar. Puede ser también que hasta los propios padres no fomenten el español en su casa porque prefieren hablar inglés con sus hijos y, por supuesto, los hijos ya pierden el interés por aprender la lengua de sus antepasados. Personalmente, conozco a una familia filhispana aquí en Cebú donde los padres se niegan a hablar español, sea adrede o no, a sus hijos, pero entre los mayores o de la generación anterior todavía hablan el castellano. En mi opinión, en este caso tienen la culpa los padres de no reforzar el uso de la lengua a sus propios hijos. Hay la mar de razones de verdad, por las cuales el español no se mantiene como una lengua del hogar hasta en las familias de ascendencia española en Filipinas.
César Momongan, Jr. (Cebú)
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