domingo, diciembre 23, 2007

Un Concurso Castellano Por Carlos P. Rómulo


Carlos P. Rómulo (14 de enero de 1899 -- 15 de diciembre de 1985) era diplomático, político, y periodista filipino. También se le eligió como el cuarto presidente de las Naciones Unidas, de 1949 hasta 1950. Este discurso fue pronunciado cuando recibió el prestigioso Premio Zóbel en 1982. Yo pienso que es un momento adecuado a publicar este ensayo porque, gracias al Presidente Gloria Arroyo, el español hace una reaparición gradual a las Filipinas.


Debe Mantener Nuestra Herencia Lingüística Hispánica

Deseo y debo comenzar felicitando a la ilustre familia Zóbel de Ayala, especialmente a doña Gloria Zóbel de Padilla, porque, gracias a su amor a don Enrique, su inolvidable y benemerito padre, todavía los hispanofilos filipinos podemos celebrar el acto que hoy nos ha reunido aquí. Y esto al cabo de más de medio siglo; concretamente sesenta años después de que don Enrique pensará crear el Premio que justamente lleva su nombre, para mantener la primavera de las letras filipinas castellanas, adelantándose a quienes, en 1924, trabajaron y lograron que se establecierá en Manila una Correspondiente de la Real Academia Española, a tal punto que hay quien piensa que si esta sobrevive al otoño y aún invierno de la literatura filipino-hispana, ello se debe al mantenimiento del Premio Zóbel.

Debemos, pues no solamente felicitar a doña Gloria, sino felicitarnos igualmente los filipinos que nos damos cuenta del valor del español y nos afanamos por mantenerlo.

Por bastante tiempo, según recuerdo, la entrega del Premio se hacia en el Casino Español, o más bien, en la Casa de España que inspiro, si no me equivoco, al eminente, en muchos tiempos, Claro M. Recto, a forjar su inmortal Elogio del Castellano del que voy a recordar estos versos finales dedicados a la Casa:

Se el manantial donde las almas nobles
el agua pura del Ensueño beban,
la Torre de marfil donde se guarde
el tesoro ideal de nuestra lengua.


Estos versos ya no pueden aplicarse a la Casa de España que la reconquista de Manila hizo desaparecer en 1945. Pero pienso que bien podrían aplicarse al Premio Zóbel donde aún "el agua pura del Ensueño beben" nuestros hispanofilos gracias, como dije antes, al amor filial de doña Gloria que lo revivió al cabo de seis años de suspendido, al ver que a principios de la década de los 50 la hispanofilia o el hispanismo daba muestras de nueva vida, hasta el punto de haberse realizado con mucho entusiasmo el Primer Congreso de Hispanistas por tres días, antes del llamado Día de la Raza y luego Día de la Hispanidad. Fueron realmente días de ferviente hispanismo que uno de los oradores llegó a decir que aquel Primer Congreso venía a ser, cuando ya éramos República independiente, y no rendíamos vasallaje a ninguna metropolí, el acto oficial solemne de nuestra reincorporación a un formidable imperio histórico de una veintena de pueblos, "la más vasta anfictiona de pueblos homogeneos que jamás se haya conocido en la historia... imperio en el que el sol no se pone, pero un sol no político, que nada tiene de imperialista, y por tanto, nada de hostil ni odioso -- sol puramente espiritual, absolutamente benigno, sol de cultura, sol de idealidad..."

Se restauro, pues, el Premio bajo aquel ambiente propicio que poco antes produjo la Ley Sotto sobre la enseñanza posible del castellano en las escuelas secundarias, y poco después las leyes de Magalona y Cuenca en los cursos del colegiado y universitario, y en cuya aprobación instituciones culturales de España y de Hispano-américa aportaron su apoyo moral.

Teníamos por aquellas fechas dos diarios en español, por lo menos, y otras varias publicaciones de menos frecuencia en Manila y algunas ciudades donde el español todavía continuaba vigente, y en cuyas páginas podían publicar sus frutos literarios nuestros ingenios juveniles, y luego presentarlos al Certamen Literario Zóbel, como así lo hicieron algunos. Pero el mismo crédito o prestigio ganado por el Premio, hasta el punto de que varios que ya gozaban de amplia y elevada fama por ser miembros de la Academia, no vacilaron en someter al concurso algún libro o alguna colección de sus escritos periodístico, y lo hicieron por el valor moral y no monetario del galardón; aquel mismo prestigio, como digo, hacia vacilar a los aspirantes bisoños, por lo cual hubo concursos declarados desiertos. Ello ha causado un cambio, según parece, en el criterio para la concesión del Premio.

Recuerdo que a fines de la década del 50, siendo presidente del Jurado Claro M. Recto, observó este que los premiados hasta entonces eran en su mayoría de la llamada vieja guardia o de su generación o la inmediata que la seguía, y ninguno de los formados en las escuelas públicas o donde se enseña en inglés. En recientes concesiones más que convocatorias, pues ya no se anuncia ningún certamen como anteriormente, ha habido premiados jóvenes que cultivan el inglés o han estudiado en esta lengua.

Anteriormente, la entrega del Premio se hacia en sesión pública de la Academia en la que, al mismo tiempo, algún electo académico decía el reglamentario discurso de recepción. Así ocurrió cuando ingrese en la corporación siendo yo presidente o rector de la Universidad de Filipinas. En aquella ocasión, no pude menos sino admitir humildemente que no existía en mi acervo del español nada que pudiera equipararse a cualquiera de los académicos del mundo hispánico. Admitía humilde y honradamente que la cuestión de la limpieza, fijación y esplendor de la lengua, aspiración suprema del academismo, era superior a mis posibilidades. Pero debía también admitir que era Presidente de la Universidad de Filipinas, y en tal cargo habían desfilado don Rafaél Palma, que fue Director de la Academia, y don Jorge C. Bocobo, el más entusiasta de los cultivadores filipinos del español. Y añadí que si ellos, con sin igual valor y sin igual capacidad, aceptaron sobre sus hombros la tarea durísima de propulsar la lengua española en Filipinas, demostraría yo pusilanimidad, cobardía, flaqueza en no seguir su ejemplo, pisar el terreno, aunque con suma inseguridad, que transitaron sus pies. Además, recordando un inciso del reglamento académico, pensé, aunque era inmodesto declararlo, que había promovido, dentro de mis posibilidades, la lengua española antes de ser Presidente de la Universidad. Y recordé que siendo humilde miembro de las Naciones Unidas, fui el autor de la resolución que declará el español lengua de trabajo de aquella institución. Para ello, en la hora de la votación final, fui de uno a otro despacho del organismo para que estuvieran presentes en la Asamblea sus miembros. Y así se ganó la batalla, aún en contra de los deseos y la voluntad de los que se oponían a la resolución, porque significaba un gasto adicional de varios centenares de miles de dólares. Para mi y los que entonces me apoyaron, el dinero era cuestión insignificante frente a la justicia que entreñaba el problema.

Esta es la justicia, representada por la prioridad de historia y tiempo, que entraña la cuestión del español en nuestra actual vida cultura y vida internacional.

Ya debo terminar pero no sin antes felicitar a los nuevos premiados, don Enrique G. Centenera y don Edmundo Farolán, quienes, por su respectiva edad, vienen a representar el uno a la generación que pasa y el otro a la que esta pasando.

Todos esperamos que los por ellos representados, en mutua colaboración, arrimando el hombro, continúen la ahora más durísima tarea de mantener nuestra herencia cultural lingüística, pensando que el cultivo del inglés, en Filipinas, no debe ser obstáculo al del castellano, pues el español y el inglés son los idiomas universales del futuro, por su propio valor intrínseco y su papel en el desarrollo de la cultura y la civilización de los pueblos.

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Más noticias: me he enterado que el Señor Guillermo Guillermo está colaborando con el Senador Edgardo Angara, un hispanista bien conocido, para reavivar la Miss Hispanidad, un popular concurso de belleza en Metro Manila durante los años 70 y 80. ¡Este concurso ayudará definitivamente al resurgimiento y la popularización del español en las Filipinas! Filipinas hermosas envejecieron 14 años a 18 son calificados para unirse.

¡Habrá más detalles sobre este en futuros artículos!

1 comentario:

ramonq dijo...

Le agradezco de todo corazón su esfuerzo por mostrarnos a todos el rico patrimonio hispano que poseen la islas filipinas y le deseo una FELIZ NAVIDAD.