por Miguel de Unamuno
Miguel de Unamuno (1864-1936), escritor y filósofo español de Bilbao, Vizcaya, País Vasco.
“…Y este indio fue educado por España y España le hizo español.
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Español, sí, profunda é íntimamente español, mucho más español que aquellos desgraciados —¡perdónalos, Señor, porque no supieron lo que se hacían!— que sobre su cadáver, aún caliente, lanzaron como un insulto al cielo, aquel sacrílego ¡viva España!
Español, sí.
En lengua española pensó, y en lengua española dio á sus hermanos sus enseñanzas; en lengua española cantó su último y tiernísimo adiós á su patria, y este canto durará cuanto la lengua española durare; en lengua española dejó escrita para siempre la Biblia de Filipinas.
"¿A qué venís ahora con vuestra enseñanza del castellano —dice Simoun en El Filibusterismo—, pretensión que sería ridícula si no fuese de consecuencias deplorables? ¡Queréis añadir un idioma más á los cuarenta y tantos que se hablan en las islas para entenderos cada vez menos!...
"Al contrario, repuso Basilio; si el conocimiento del castellano nos puede unir al Gobierno, en cambio puede unir también á todas las islas entre sí!"
Y este es el punto de vista sólido.
Cuando los romanos llegaron á España, debían de hablarse aquí tantas lenguas por lo menos como en Filipinas cuando allí arribó mi paisano Legazpi. El latín resultó una manera de entenderse los pueblos todos españoles entre sí, y el latín nos unificó, y el latín hizo la Patria. Y pudiera muy bien ser que el castellano, el español, y no el tagalo, haga la unidad espiritual de Filipinas.
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El castellano, la lengua de Rizal, es la lengua social de Filipinas. ¿No se debe á Rizal más que á otro cualquiera de los hombres la conservación en Filipinas de esta lengua, en que va lo mejor, lo más puro de nuestro espíritu? ¡Instructivo destino el de nuestra España! Empieza á ser de veras querida y respetada cuando deja de dominar. En todas las que fueron sus colonias se le quiere más y mejor cuando ya de ella no dependen. Se le hace justicia luego que se sacude su yugo. Así ha pasado en Cuba, así en la América española toda, así en Filipinas. ¿Es que hay dos Españas?
Como los que leen este ensayo han leído antes el libro de Retana, resulta inútil tratar de probarles que Rizal quería á España como á su nodriza espiritual, como á su maestra, como á la nodriza espiritual de Filipinas, su patria. La quería con cariño inteligente y cordial, y no con el ciego y brutal egoísta instinto de aquellos desgraciados que lanzaron el sacrílego viva sobre el cadáver del gran tagalo.
Rizal vivió y se educó en España, y pudo conocer otros españoles que los frailes y los empleados de la colonia.
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Dice Retana: "Tan español era, que de tanto serlo se derivaba aquel su orgullo personal imponderable, sin límites; él no quería ser menos español que el que más lo fuese. Por eso precisamente, por ser tan español, se le juzgaba "'filibustero'."
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Gracias a Álvaro Mariano Vanegas Maldonado de Proyectos Saluda por compartir este famoso epílogo en Facebook. =)
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6 comentarios:
¡Cuantos Unamunos hacen falta para traer cordura a este mundo!
Roberto
Estimado José:
Interesante artículo has escrito.
Me resulta importante remarcar el concepto del idioma español como vehículo de unión. Unión entre las islas en el caso de Filipinas. Unión de los pueblos latinoamericanos entre si. Y...¿por qué no unión entre Filipinas y América Latina?
Por otro lado creo que no debemos caer en endiosar lo que fue el dominio español en nuestros países. Muchos pueblos, entias y razas han desaparecido completamente por no someterse a los atropellos de la conquista y colonización española en toda América.
Un saludo grande.
¡Adelante con la recuperación del idioma español en tu país!
Juan Manuel
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
Amigo Alas: En respuesta al comentario de D. Juan Manuel, no son las etnias, ni los pueblos, ni las razas las que desaparecen por cualquier conquista, sino son las personas las que mueren y es gracias a la colonización y sobretodo a la cristianización de América, Filipinas, Marianas, Guinea Ecuatorial lo que hace que esas personas sean tratadas con dignidad. Y le recuerdo que mis antepasados no masacraron a nadie en América y sí los de muchos que ahora se ufanan de no ser españoles y sí argentinos, bolivianos , chilernos, etc. !Viva España! y toda su obra colonizadora, con sus luces y sombras.
"mis antepasados no masacraron a nadie en América "
Señor Ramón....que tenemos todos muchos antepasados y raro será que alguno no haya cometido algún atropelledo, quizá fuesen otros tiempos, pero no dejarn de ser atropellos.
Estimado José:
Te pido un pequeño espacio para referirme a los comentarios del Sr.Ramón.
Antes que nada, no resulta muy claro cuando dice "no son las etnias, ni los pueblos, ni las razas las que desaparecen por cualquier conquista, sino son las personas las que mueren(...)". No logro entender la idea de esa frase. Como ejemplo, puedo mencionar el exterminio de los pueblos originarios de las Antillas. No toleraron la afrenta de ser esclavos de los españoles y al día de hoy no quedan rastros de estos pueblos. Fue un genocidio.
Ahora cuando Ramón dice que "mis antepasados no masacraron a nadie en América" estamos ante un caso de distorsión y manipulación absolutas de la historia. Es como tratar de tapar el sol con las manos. O peor aún... Negar un genocidio.
Un saludo grande.
Juan Manuel
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
¡No te pongas así, Ramón! Creo que Juan Manuel no está agrediendo a España con lo que dijo. Que hubo terribles atropellos, los hubo.
Es todo un tema. Personalmente, pienso que la colonización española fue, en definitiva, lo mejor que le pudo pasar a América Latina. Como resultado final. Con sus luces y sus sombras, como dices tú, Ramón. Y a España la queremos. Claro que si le preguntamos a un indio, nos dará una opinión negativa, seguramente. Pero, ¿qué opinarían los indios charrúas, exterminados por los propios uruguayos? Y recordemos también el maltrato sistemático al que han sido sometidos los indios en todos los países latinoamericanos. Si señalo con un dedo acusador a España, los otros dedos me estarán señalando a mí.
Un abrazo.
Daniel López, de Montevideo.
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