Me he convertido en adicto a endecasílabos desde aprendí sus rudimentarios del Señor Gómez hace dos sábados. Me alegro que apreciase el soneto que escribí para él, luego me dijo que tengo que empezar a aprender los conceptos básicos de la poesía española. Debe de haber dado a entender que hubo errores en mi soneto, ¡jajaja! En realidad, me di cuenta de que, efectivamente, había errores. Pero ya los he corregido ayer por la mañana.
Desde entonces, aprecio aún más la poesía española, y recientemente he estado leyendo varias poesías de filipinos que escribió en este estilo, en particular los versos de Manuel Bernabé (1890-1960), el bardo de Parañaque (el lugar donde crecí). Ayer estaba leyendo un poema suyo titulado "A Andrés Bonifacio" que aparece en su libro Cantos del Trópico (Manila: The San Juan Press, 1929). Pensé que sería mejor publicarlo hoy porque hoy es el Bonifacio Day (Día de Bonifacio), una fiesta nacional en Filipinas.
Pero tengan en cuenta que yo no soy un admirador de Bonifacio. Ni siquiera lo considero como un héroe. Era un separatista que ordenó la tortura y la muerte de muchos sacerdotes sólo porque eran españoles. Quemó iglesias e implicó a los nombres de los que no apoyaron su grupo criminal, el Katipunan. Bonifacio fue una de las causas por que Rizal fue arrestado en 1896 (que dio lugar a la ejecución del último). Bonifacio era francmasón y murió un francmasón. Sí, yo lo desprecio. Pero si no puedo considerarlo como un villano, entonces es sólo otro personaje de la Historia de Filipinas.
Por supuesto, muchos no estarán de acuerdo conmigo. Si Bernabé estuviera vivo, incluso me podría regañar. Pero esa es mi convicción, una convicción basada en hechos históricos.
Sin embargo, "A Andrés Bonifacio" sigue siendo un hermoso poema, pero sólo debido a su estructura y el amor profundo de patriotismo en cada línea endecasilabada. Todavía vale la pena compartirlo, no como un trabajo de historia sino como una arte literaria.
A ANDRÉS BONIFACIO
Manuel Bernabé
Pueblo que participas desde abajo
de la fiebre del Sol que retuesta,
Pueblo del Azadón y del Trabajo,
Pueblo de Noli, ese Corán en gesta;
Burilado con ígneos caracteres;
íntegro Pueblo de la Paz más grande,
fundiendo en el crisol de tus talleres
la mañana social que ya resplande;
Pueblo, humilde, legado del ancestro,
Templo de las más santas tradiciones,
oh Pueblo de Rizal, oh Pueblo nuestro,
oh Patria en formación de ocho millones;...
Oh tú, Pueblo demócrata, que tocas
en el dintel de los dorados lazos;
pon en mi boca tu millar de bocas,
pon en mi brazo tu millar de brazos;
Para invocar, en medio de la Plaza,
con la vista clavada en el espacio,
al Alma de la Fuerza de la Raza,
al Dios del Katipunan: BONIFACIO.
¡Honor a tí, caudillo! Eres la cédula
de las amorfas masas populares:
eres la concreción de nuestra médula,
¡el Ángel tutelar de nuestros lares!
Goza de culto en el solar tu nombre,
y hacen mella en las almas tus doctrinas:
¡Salve a tí, Filipinas, hecha Hombre,
y Hombre emancipador de Filipinas!
Te rozaron la frente las diatribas,
y te cambió de traje la vesania:
y sobre esta amalgama de invectivas,
el ojo en celo de la madre Hispania.
Balintauac oyó tu primer grito,
grito de avance que sonó a reclamo,
cuando surgió el derecho, no el delito,
de dar al traste con el viejo Amo.
Y tú iniciaste el rito. Y fué tu báculo,
oh Antítesis marcado del Quijote,
haber tenido en tu ideal cenáculo
la mano de otro indígena Iscariote.
¡Sobrevivimos! Somos los Ediles,
restos marciales del terruño, ilesos...
La tormenta ha barrido a los viriles,
pero nos queda el polvo de tus huesos.
¡No haya temores! Sobre el mismo puesto,
vegeta el Pueblo, donde tú gemiste:
tu gesto en rebelión es nuestro gesto,
tu triste ensueño nuestro ensueño triste.
Cadenas de potencias extranjeras
desfilan saludando tu memoria...
¡Gloria al sandatahán y a las trincheras!...
¡Padre y Señor del Katipunan! ¡GLORIA!
Diciembre, 1910.